Humor en Las Misiones

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EL HUMOR EN LAS MISIONES Un desafío a tomar la adaptación transcultural con jovialidad

ANDRÉS ALVARADO

EL HUMOR EN LAS MISIONES Andrés Alvarado (pseudónimo) Cubierta: Josanar © PM Internacional Apdo. 573 - 18080 Granada - España www.pminternacional.org - [email protected] Los contenidos de la Colección Musulmania no siempre se corresponden con la opinión de los editores. Se publican, sin embargo, como un medio para fomentar el intercambio de diferentes puntos de vista y motivar a la reflexión. Las citas bíblicas, a menos que se indique otra cosa, han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1995. Propiedad intelectual en trámite. Prohibida su reproducción total o parcial sin el permiso escrito del autor. 2001 Primera edición 2001 Segunda edición 2005 Tercera edición 2006 Cuarta edición

Índice Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Agradecimientos y dedicatorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 1. ¡Éramos tan chicos! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 2. Cómo se come una sandía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 3. ¡Nunca paren en Kelindo! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 4. El árabe, a veces es difícil, otras veces, imposible . . . . . . . . . . . . . . 23 5. Sólo me baño los sábados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 6. Réquiem para la izquierda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 7. Alguien que le avise a la vida que no uso más pañales . . . . . . . . . . . 37 8. Cómo ser misionero y no morir de angustia en el intento . . . . . . . . . 41 9. La indecisión es la peor de las indecisiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 10. Cómo matar un cordero en un balcón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 11. ¿No habrá otra manera más fácil de aprender un idioma? . . . . . . . . . 53 12. ¡Qué bueno que nos casamos, para poder conocerte! . . . . . . . . . . . . 57 13. ¿Qué harán las mujeres con tanto tiempo libre? . . . . . . . . . . . . . . . . 61 14. ¿Por qué no le pegás a uno de tu tamaño? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

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15. Una comunidad comunitaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 16. ¿No tendrías un video de Heidi? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 17. Ramadaneando. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 18. Apedreando a Satanás. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 19. Canjeo glorias y honores por un jamón en buen estado . . . . . . . . . . 83 20. Hay algo raro en Ramadán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 21. A la iglesia con el perro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 22. Mirando un bautismo sentado en un bidé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 23. Cigüeñas Air Lines anuncia la partida de su vuelo . . . . . . . . . . . . . . 99 24. Un mes y medio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 25. Deberías pegarle a tu esposa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 26. Aprendiendo a caminar en Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 27. Herederos del caballo de Abraham. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 28. Alentador alentado por un alentado alentador . . . . . . . . . . . . . . . . 117 29. Nos faltan las mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 30. A partir de hoy, toda mi casa será cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 31. Pegando en la horita feliz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 32. Un bautismo lleno de preguntas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 33. No alcanza con creer que Jesús fue bueno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 34. Las ovejas no saben leer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 35. Vaya a hablar con los cristianos de Sidi Abid . . . . . . . . . . . . . . . . 143

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Prólogo EL HUMOR EN LA LITERATURA evangélica es un género prácticamente desconocido, y dentro de la bibliografía misionera, más aún. Pues bien, el autor de esta obra es un joven misionero que se ha aventurado a usar este género para expresar sus sentimientos y vivencias durante el primer tiempo de adaptación a la nueva cultura adonde ha ido a servir al Señor. Su perspectiva es la de un neófito que intenta comprender a sus semejantes, quienes hacen las cosas de manera muy distinta a la que él está acostumbrado. Se encuentra realizando un curso de capacitación que ofrece la misión con la que trabaja, y los relatos aquí incluidos son parte de las cartas de oración e informes enviados. La incomprensión, el desconcierto y la continua comparación con los hábitos propios de su país de origen, en vez de sumirlo en la frustración, la autocompasión o la rabia, le dan motivo para el humor. Lo toma con alegría, sin quejarse. Y a pesar de que no le resulta fácil atravesar ese período de aprendizaje, su actitud mental le ayuda a disfrutar de sus «extrañas» experiencias. 7

El autor Andrés Alvarado (seudónimo, por razones de seguridad dado que reside en cierto país de África islámica) es argentino y se expresa con algunos giros idiomáticos característicos de su país de origen, por lo que se ha preferido conservar los regionalismos hasta donde sean comprensibles, para no restar jocosidad a los relatos. Esperamos que con su publicación, los lectores, amantes de las misiones descubran la veta humorística que encierra la vocación suprema de llevar el evangelio hasta las últimas fronteras. No se trata solamente de sufrimiento, penurias, desazón: también hay lugar para enfocar la vida con alegría y encontrarle el lado gracioso. FEDERICO A. BERTUZZI

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Agradecimientos y dedicatorias

N

O ES SENCILLO,

en este momento, diferenciar las personas a las cuales quiero agradecer esta pequeña edición de nuestros informes misioneros de aquellas a las que quiero dedicárselo. Por ello, esta lista pretende ser un sincero reconocimiento a aquellos que hicieron posible la divulgación de este material. Señoras y señores, este es mi agradecimiento y/o dedicatoria: â

A nuestro Señor, que nos enseñó a agradecer. Aunque les aseguro que el primer año resultó extremadamente difícil agradecerle por habernos enviado.

â

A mi esposa, por ayudarme en mis momentos de crisis, por dejarme ayudarla en sus momentos de crisis y por acompañarme en la búsqueda de alguien que nos ayudara en nuestros momentos de crisis.

â

A nuestra hija, porque soportó estoicamente a sus padres en sus (o sea nuestros) momentos de crisis. 9

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â

A las crisis, porque nunca fueron lo suficientemente fuertes para quitarnos del medio.

â

A nuestra iglesia, que siempre estuvo presente cuando aparecían las crisis (ahora que lo pienso, ¿no tendrá alguna relación con esas crisis?).

â

A mis padres, que como misioneros, me enseñaron el Camino. Es decir, fui misionero antes de ser cristiano. ¿Eso está bien?

â

A mis suegros, que entendieron que no perdieron a una hija sino que perdieron a una hija, un yerno y una nieta.

â

A mis profesores de seminarios, pues me enseñaron todo lo que tenía que aprender.

â

A mis pastores, que me enseñaron todo lo que realmente tenía que hacer con lo aprendido en los seminarios.

â

A Federico B., que me alentó, me obligó y me enloqueció para que publicara las cartas. Ustedes dirán si lo suyo es un don, un talento o todo lo contrario.

â

Al policía de frontera del país musulmán donde estamos, que nos permitió entrar al país, aunque no sabe, realmente, qué es lo que hacemos.

â

Al policía que nos da la residencia y nos permitió permanecer en el país, aunque no sabe, realmente, qué es lo que hacemos.

â

A nuestros compañeros de equipo, que nos permitieron trabajar con ellos en el país, aunque no saben, realmente qué es lo que hacemos.

â

A Ramiro A., que nos permitió entender nuestra misión

en el país, aunque no sabe, realmente, si entendimos qué es lo que hacemos. â

A las iglesias que nos sostienen, sin cuyo apoyo, nosotros no sabríamos qué es lo que hacemos.

â

A los fabricantes de aspirinas, pues les calman los dolores de cabeza que generamos con lo que hacemos.

â

A las iglesias que nos apoyan aún sin conocernos. Tal vez por eso nos apoyan.

â

A las personas que nos apoyaron, sin las cuales, nuestra esperanza no se hubiese fortalecido.

â

A las personas que no nos apoyaron, sin las cuales, nuestra fe no se hubiese fortalecido.

â

A las personas que me hacen reír porque creen que somos más espirituales por ser misioneros. De todos modos, no se lo digan a ellos, pues me gusta que alguien lo crea.

â

A las personas que nos mandan esas cartas que son de bendición para nuestras vidas; es decir, noticias sobre noviazgos, peleas y reconciliaciones, casamientos, nacimientos, bautismos, etcétera.

â

A los que nos mandan alfajores y dulce de leche, porque hacen más dulces nuestras lejanas navidades. A los fabricantes de alfajores y dulce de leche, porque hacen más dulces nuestras lejanas navidades

â

A nuestro Señor, porque le dio sentido a nuestras lejanas navidades.

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Carta

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¡Éramos tan chicos!

A

L FIN SALIMOS!

Luego de un desesperante tiempo de preparación en nuestro país de origen (aunque con el tiempo en la misión, nos dimos cuenta que lo desesperante era lo poco preparados que nos sentíamos), llegamos con todas las ganas que tiene un niño en su primer día de clases, a un seminario especializado en temas islámicos.1 Esa primeriza emoción se volvió en una dolorosa y triste confusión mientras cursamos la materia Aprendizaje de idiomas. Confusa, pues no saben lo que nos costó aprender las primeras palabras en árabe; triste porque nosotros ya queríamos aprender en el primer día la frase: «Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida que quiero compartir contigo», y dolorosa porque nos saben cómo quedó nuestra lengua. Sin embargo, y aunque les (¿nos?) parezca imposible 1 El autor se refiere a los cursos que dicta el Instituto Iberoamericano de Estudios Transculturales (IIbET), con sede en Granada, España, www.iibet.org (N. del e.).

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aprendimos los primeros saludos, pero todavía no sabemos decir: «Tengo hambre» y «¿Dónde está el baño?». Realmente nos están dando un par de herramientas piolas para cuando lleguemos y debamos aprenderlo. De todos modos, creemos que ustedes deben orar y ayunar muchísimo por este tema. En este seminario hay obreros de todas partes del mundo que ya están trabajando en el mundo musulmán. Al principio nos contentábamos con tocarlos, ahora entendemos que es una bendición poder hablar con ellos y aprender mucho acerca de estrategias. Obviamente, no existe una estrategia única, y nuestra idea es sacar cosas de todos, sólo esperamos tener espacio suficiente. De todos modos, sabemos que el musulmán es muy reverente y una de las cosas que cuestionan de los cristianos, es su falta de reverencia para con Dios. Sin embargo, muchas de sus formas de adoración fueron copiadas de los cristianos y/o judíos (como casi la totalidad de sus ritos y creencias). Por ejemplo, antiguamente los cristianos y los judíos solían quitarse el calzado cuando entraban a un lugar de oración, pero ahora (por lo menos muchos cristianos) no lo hacemos, sin embargo, los musulmanes sí lo hacen. También los cristianos y los judíos solían (hasta no hace mucho tiempo) ubicar a las mujeres de un lado y a los varones del otro, lo que los musulmanes hacen hoy en día y nosotros ya no. Los judíos y los cristianos solían agacharse para orar y hasta postrarse pero ya no lo hacen; ahora nosotros a lo sumo nos sentamos en las sillas, pero los musulmanes, aún en la calle, se postran para hacerlo. Entonces, por no observar ninguna de estas formas antiguas de reverencia, se ha creado una (de tantas) barrera que pensamos (como muchos) que no es difícil de quitar. Por eso, 14

aunque todavía no estamos en el campo, ya pensamos en desenrollar la alfombrita, ponernos el gorrito y sacarnos los zapatitos. Tenemos todavía mucha incertidumbre, con ganas de llegar, pero con algunos temores; sin embargo, el Señor nos está animando todos los días, recordándonos la promesa que nos esforcemos porque va a estar con nosotros. ¡Bislama! (¡Que la paz sea con ustedes!)

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Carta

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Cómo se come una sandía

E

STA PREGUNTA NO es fácil de responder para algunos musulmanes que viven en Arabia. Y es sencillamente porque Mahoma, durante el tiempo que estuvo viviendo, no dijo nada acerca de eso, él nunca vio una, y por lo tanto no dijo nada acerca de como comerla, por lo tanto, como musulmanes, ellos no pueden comer sandía. Que quede claro algo: no es que Mahoma haya dicho que es abominación para Dios (como sí lo dijo acerca de comer cerdo) simplemente en toda su vida, no dijo nada de la sandía.

Por la misma razón, muchísimos musulmanes (y no sólo de Arabia) no creen que el hombre haya llegado a la Luna. ¿Por qué? Sencillamente, porque Mahoma no dijo nada acerca de que el hombre llegaría a la Luna. Otra vez, no es sólo que haya algo sagrado en ella, sino simplemente que él no dijo nada. El Corán dice que Mahoma es «un bello modelo» para imitar, por lo tanto, el islam desarrolló un camino limitado por las palabras y la conducta de Mahoma, ya sea por lo que está 17

escrito en el Corán como fuera de él; básicamente, los musulmanes se limitan a seguir su ejemplo. Por esta razón, los eruditos musulmanes recopilaron siete mil tradiciones acerca de la vida de Mahoma, que junto con el Corán, establecen lo que es bueno y lo que es malo para el musulmán. Si está en el Corán o si lo hizo Mahoma, está bien, pero si no se dice nada, no se hace o es mentira. Claro que Mahoma vivió en el siglo séptimo, y las cosas desde entonces cambiaron; más de un gobernador o líder de pueblo o familia fueron asesinados cuando permitieron que el televisor entrara a sus hogares. ¿Por qué? Porque Mahoma no dijo nada de la televisión. Ésta es la realidad del islam. Pero claro, no sólo es cuestión de hombres, hay un poder espiritual oculto (y no tanto) detrás de todo esto. Nuestro pedido principal de oración es que Dios quite esas barreras que tienen los musulmanes, para que vean a Cristo como un dador de vida y puedan salir del legalismo oscuro que los atrapa.

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Carta

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¡Nunca paren en Kelindo!2

C

OMO TODOS SABEN, hicimos nuestro primer viaje al Norte de África. El viaje fue para visitar algunos pueblos, atender algunos enfermos, dejar medicinas y ropa en lugares carenciados. Salimos en dos camionetas y la idea era recorrer una región montañosa.

Como aperitivo, empezamos visitando una ciudad que se llama Chinchalen, que fue edificada cuando los españoles echaron a los árabes de España, y estos la fundaron como una ciudad totalmente anticristiana. Hasta el siglo pasado, mataban a todos los cristianos que entraban a la ciudad; hoy, como viven del turismo, los que se matan son ellos, para conseguir que los turistas compren sus productos. Cuando salimos de allí, seguimos subiendo y la nieve hizo su aparición al entrar a una de las cumbres. ¡Un paisaje espectacular! La idea era pasar por un pueblo llamado Kelindo, 2

Por razones de seguridad, se cambiaron los nombres de las ciudades.

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ni siquiera parar allí, y seguir hacia otro lugar. Ya otros nos habían advertido acerca de no quedarnos nunca en este pueblo, muy famoso y temido, pues es la cuna del hachis (una droga similar a la marihuana y que se consume en forma de cigarro), y es donde se cultiva y vende para toda Europa, de hecho, los europeos que van allí, sólo lo hacen para comprar hachís, y todo el pueblo vive del comercio de esta droga. A unos dos kilómetros antes de llegar a Kelindo, y en un momento en el que veníamos contemplando toda la belleza, la otra camioneta, que iba delante, patinó por el hielo que había en el camino, volcó y quedó tirada de costado en la banquina, con las ruedas para un lado, ¡gracias a Dios sobre la ladera y no sobre el precipicio! Ni bien vimos lo sucedido, detuvimos la marcha de nuestra camioneta y bajamos para saber cómo estaban. El bajar y caminar por ese camino lleno de hielo no fue tarea fácil, pues era lo más parecido a una pista de patinaje y ninguno de nosotros había llevado patines, así que con no poca dificultad llegamos a la otra camioneta y aunque vimos que estaban todos bien, tuvimos que apurarnos para sacarlos, pues al volcar el combustible se había derramado. Ni bien vimos el coche volcado comenzamos a pedir a Dios que enviara ayuda. El lugar estaba despoblado, pero de repente comenzaron a llegar personas de todos lados; alrededor de quince hombres nos ayudaron a dar vuelta el coche y un hombre, muy amable, fue hasta el pueblo a conseguir un cable de acero para remolcar la camioneta y ponerla de vuelta en el camino. ¡Gracias a Dios la pudimos sacar entre todos! El coche quedó bastante dañado de un lado, pero los vidrios que se rompieron fueron los de atrás, y nadie se lastimó con 20

ellos. Sólo una de las personas que viajaba se fisuró un hueso del brazo. Todo esto ocurrió a la tarde y ahora estaba anocheciendo, y como había empezado a nevar otra vez, no podíamos seguir, pues más arriba el camino estaba peor todavía. Al ver ese panorama, y que uno de los hombres que nos había ayudado nos ofreció hospedaje, el «nunca se queden en Kelindo» que resonaba en nuestros oídos se transformó en un «o dormimos aquí o nos congelamos allí». El problema es que además del «nunca paren en Kelindo» a uno se le vienen a la cabeza todas las imágenes de las películas y las cosas que lamentablemente se leen en algunos bien intencionados, pero lamentablemente algo exagerados, libros acerca de los musulmanes. Allí comenzó la metamorfosis de mi idea acerca de ellos y de mi idea acerca de mí mismo. En mi mente, de ser secuestradores, terroristas, crueles y desalmados pecadores que necesitan arrepentimiento, pasaron a ser amables y hospedadores pecadores que necesitan arrepentimiento. Y en mi mente, de ser el enérgico conquistador que, a personas desamparadas y perdidas protege mostrando su corazón valiente, pasé a ser un pollito mojado y muerto de frío que pide por favor un vaso de té caliente. Era una casa muy humilde, pero les aseguramos que en ese momento nos pareció un hotel de cinco estrellas. Al equipo lo formábamos doce personas. Caímos de golpe (no sabemos qué es lo que pensó la esposa y tampoco sabemos si a este hombre le importaría), sin embargo, nos atendieron súper bien. El jefe de familia (el que nos invitó), que obviamente comerciaba hachís, nos trajo hachís para vendérnoslo, y aunque le dijimos que no fumábamos, él y algunos de sus amigos fumaron durante toda la noche. Ahora bien, en una habitación cerrada 21

(afuera nevaba) que cuatro o cinco fumen por varias horas, significa que todos los que estábamos allí lo aspirábamos, en realidad, quedábamos sumergidos en hachís. Nunca había probado fumar hachís, y la vida (¿Dios?) quiso que lo hiciera por primera vez junto a mi esposa, hija y otros nueve respetables misioneros evangélicos más. Por razones obvias, no puedo acordarme mucho más de lo que ocurrió esa noche. Al otro día, cuando nos despedimos, pudimos ser de bendición dejándoles algo de lo que habíamos traído (los niños, a pesar de la nieve, estaban en chancletas y sin medias) y les dijimos que queríamos orar y pedir a Dios una bendición para sus vidas. Ellos aceptaron y abrieron sus manos hacia arriba como símbolo de recibir la bendición, entonces oramos. Allí se produjo otra de las modificaciones de mi estructurada mente: ¡estábamos orando por y con ellos en voz alta! Como es un pueblo al que los cristianos no van, era la primera vez que alguien oraba con esta familia. Espero que Dios nos dé la oportunidad de volver a hacerlo. Luego, nos escoltaron hasta una carretera segura, pues la que queríamos tomar era peligrosa. Tuvimos que cambiar de planes (para algunos, esto se nos hace una costumbre), y en vez de ir hacia el norte, terminamos yendo para el sur. Además de haber abierto una (aunque pequeña) puerta en Kelindo, todavía no sabemos cuál fue el propósito de Dios con todo esto. Pero sí estamos seguros de que se modificaron preconceptos en los dos lados, nosotros pudimos ver por esta familia bereber (onda el buen samaritano), que los musulmanes saben lo que es demostrar amor, y también ellos, conocieron que hay cristianos que aman a Dios y que no fuman hachis.

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Carta

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El árabe, a veces es difícil, otras veces, imposible

A

L FIN ESTAMOS en el Norte de África! Luego de algunos meses de espera en España, un autobús, un ferry, un taxi (con su correspondiente pelea por el precio) y un tren, hemos llegado a la ciudad que nos hospedará durante los próximos años. De ahora en más, todo será distinto, todo será nuevo, todo será raro, todo será comparado (y por lo tanto saldrá perdiendo) a los ojos de nuestra cultura, sin embargo, tendremos que aprender todo. En estos momentos, estamos viviendo con otra familia argentina y un muchacho chileno. Somos ocho personas que estamos haciendo la capacitación y aprendizaje de la cultura y el idioma.3

3 El autor hace refencia al Curso de Orientación Transcultural (COT), que es ofrecido por la misión PM Internacional para capacitar, durante unos cinco meses, a los obreros que recién ingresan al campo (N. del e.).

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Estamos a full estudiando el árabe (seis a siete horas diarias), parece difícil, pero creo que en el fondo es imposible, no tanto por la gramática sino por las distintas pronunciaciones y sonidos raros. Dependiendo de como se coloca la lengua, hay sonidos que para nosotros, son lo mismo, pero que representan tres letras que se escriben de manera diferente. En un momento, el profesor, mientras emitía tres sonidos, señalaba las tres correspondientes letras, pero en nuestros oídos (que en ese momento eran lo más parecido a dos piedras tipo canto rodado) sonaban: «Ja, ja, ja»; para peor se asemejan a un sonido tipo burla, pero toda semejanza con la realidad es pura casualidad. En un primer momento estuve tentado a decirle: «Querido, ¡¿nos estás tomando el pelo?!», pero me detuve porque de todo eso, en árabe, sólo sé pronunciar los signos de interrogación. Por lo tanto, nos tuvimos que conformar con poner cara de: «Por favor, ¿podría repetirlo?» (que parece ser que en árabe, es la misma cara que para el español). Entonces, las repitió, las tripitió, las cuatripitió y las n-pitió, sin embargo, siempre sonaban igual: «Ja, ja, ja». En fin, este profesor viene a la mañana y nos da la teoría, y a la tarde viene el hijo y nos da la práctica. Para el caso es lo mismo, por momentos creo que si viviera con nosotros, sería igual. Lo que nos consuela es que vemos niños de tres años de esta ciudad, que hablan muy bien el árabe, y si ellos lo aprendieron, nosotros también lo haremos; y por supuesto, nuestro Señor, está muy interesado en que lo aprendamos. Además de eso, tenemos que hacer trabajos diarios de observación de la cultura (onda antropología). Una de nuestras tareas es ir todas las mañanas al mercado público de la ciudad y hacer las compras diarias. Como podamos, tratamos de que 24

nos entiendan con lo que vamos aprendiendo, aunque casi todo lo compramos haciendo señas (no sé si seremos buenos misioneros, pero sí, somos los mejores jugadores de «dígalo con mímica»). Algo complicado fue pedir carne de caballo (porque acá se come caballo) haciendo toda la onomatopeya correspondiente. La idea es que para dentro de un tiempo podamos movernos con lo que vayamos aprendiendo de árabe, o vayamos aprendiendo cómo movernos sin el árabe. Otra cosa interesante es que dentro de la capacitación debemos ir buscando la familia nativa con la que tendremos que vivir, por lo menos, un mes. A esa familia la tenemos que buscar nosotros solos y pedirle que nos permita vivir un tiempo con ellos. Toda sugerencia de cómo hacerlo, será extraordinariamente recibida. En cuanto a nuestra hija, esta semana empezó a ir a una escuela de esta ciudad, fue una de las tantas bendiciones adicionales de nuestro Señor. La escuela es linda, es como un jardín de barrio de nuestro país. Está yendo a la sala de cuatro años, y nos dijo que no entiende nada, pero que le gusta mucho ir.

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Carta

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Sólo me baño los sábados

L

OS BAÑOS TURCOS se llaman baños turcos porque son baños comunes de los turcos. Luego de esta filosófica exposición lingüística, paso a informarles que el hamam, que para nosotros es el baño turco, es algo absolutamente cultural, natural y semanal para todas las personas de este país, tanto hombres como mujeres, ricos y pobres, niños y adultos van al hamam por lo menos una vez por semana. Es algo así como la ducha semanal.

Los hay por todos lados (uno por cuadra en algunos lugares), por lo tanto, si uno quiere aprender cosas de la cultura, es necesario que se tome el húmedo y caluroso trabajo de ser cocinado en uno de ellos. Como dije, los hay para todos los gustos; al que fui, tiene dos puertas, una para los hombres y otra para las mujeres. En realidad son dos hamames (total y absolutamente divididos). Pagué sesenta centavos de dólar y me metí por la puerta que me correspondía. Con mi poco árabe no me fue difícil entrar 27

por la puerta de los hombres, sólo tuve que seguirlos. Entré al vestuario, miré lo que hacían los demás (porque como buen misionero, había aprendido la lección uno del Manual para buenos misioneros), me cambié (estábamos todos en ropita interior), en realidad me descambié; dejé mi ropita en el mostrador, agarré un balde, llevé mi jaboncito, mi guante esponja (es algo que se compra para estos menesteres, y es como una media de una tela muy parecida a la lija para metal que sirve para lijarse la mugre, allí adentro) y un jarrito para tirarme el agua (a esta altura estaba plenamente orgulloso de mi extraordinaria manera de aplicar la lección uno del Manual para buenos misioneros). Sin embargo, un tipo del hamam al que saludé en mi perfecto árabe, que obviamente me vio una mezcla de cara de extranjero y de «¿qué hago ahora?», y que como no sabía nada de ese famoso manual me sacó del vestuario y me introdujo en una pre sala calentita, de allí pasamos por una puerta y entramos a una sala mucho más calentita y con mucho vapor, de allí pasamos a otra sala más calentosa que es donde hay una canilla grande con el agua muy caliente, y de allí a la antesala del infierno, que es otra habitación súper plus caliente, donde el piso quema y el calor del Ecuador es un freezer en comparación con esto. El hamam al que fui es bastante viejo y oscuro, pero bueno. Cada habitación mide (más o menos) cuatro por cuatro metros, aunque cuando está cerrado (y frío) supuse que debe medir menos. Los tipos que había en cada habitación estaban bañándose con el balde o simplemente tomando vapor (que es una posición similar a tomar sol, pero sin sol). Yo me quedé acostado en la antesala del infierno el piso me quemaba la panza, las piernas, los brazos y los tuétanos, pero como otros 28

tipos estaban tirados allí, yo dije: «Soy macho y me la banco» y me quedé (léase «me quemé»). Al ratito, mientras estaba disfrutando de mi baño de vapor cultural, y quedando al dente, se viene el tipo que me había entrado; allí me di cuenta que era el masajista y que él se había dado cuenta que yo no me había dado cuenta de lo que tenía que hacer, y como el día anterior había venido el otro extranjero (me reconoció, además, porque trajimos el mismo jarrito) me dijo (en árabe), que el día anterior había venido mi amigo, y que él le había hecho masajes (que también son culturales y se los hace a todos); le entendí bastante bien lo que dijo, pero como yo quería mirar por más tiempo lo que hacían los demás (allí lamenté no haber podido llevar el Manual del buen misionero para que él lo leyera y entendiera mi situación), intenté decirle que no quería que me hiciera masajes, pero el tema es que no se lo habré dicho de la manera correcta, porque de un empujón me volvió a tirar al piso (que en ningún momento dejó de estar hiper caliente), boca abajo y empezó. â

Primero, un estiramiento de músculos y huesos con sus correspondientes: «¡Aagh!», «¡Hugh!», «¡Mhgh!», dependiendo de la zona afectada, o mejor dicho: aplastada, pues este hombre me juntaba los veinte dedos que tengo, pero con el detalle que yo estaba boca abajo y con este señor parado sobre mi espalda.

â

Segundo, logró juntar mi omóplato izquierdo y la planta del pie derecho como hacía treinta y dos años que no estaban juntos.

â

Tercero, hizo lo propio con el omóplato y la planta invertidos. 29

â

Cuarto, juntó ambas orejas con sendos tobillos. Además de todo esto, a él le quedaba tiempo para hacer masajes y a mi curiosidad para saber hasta donde llegaría.

Habrá estado unos diez calurosos minutos haciendo todo eso, y empezó a bañarme, cachó su guante esponja (aunque en mi país a eso lo llamamos lija) y empezó. Hubiese dado todos mis bienes para que alguien me dijera en ese momento cómo se dice en árabe: «Te equivocás si pensás que no sé bañarme sólo», pero en ese momento no tenía conmigo ni mi profesor de árabe ni mis bienes (recuerden que sólo tenía un jarrito y la poca dignidad que me quedaba). Así que sin más, me bañó; sí, me bañó. Ustedes se preguntarán: ¿todo? La respuesta es casi todo, solo el uno por ciento quedó sin ser lavado por este señor. De todos modos, con el vapor y con la lija, el tipo me sacaba la suciedad que todavía me quedaba de la cama en la que nací. ¡Increíble! Después me tiró agua y me enjuagó todito. Cuando terminó con todo, quedé solo y me puse a juntar todas las partes de mi cuerpo que se habían soltado con esos movimientos, aunque parece ser que no junté todo muy bien porque ahora empiezo a ponerme los calcetines por la espalda. Luego de estar una hora haciendo mis correspondientes observaciones culturales baño-turquescas (aunque eran los demás los que observaban cómo este extranjero era planchado al vapor), agarré el jarrito (que en ese momento era lo único que me quedaba, y ni siquiera era mío) y me fui al vestuario. Después descubrí que no era cierto, pero en un principio me parecía que los pantalones me quedaban un poco cortos. En fin, esta fue mi primera experiencia en un hamam. Obviamente van a haber más, porque el hamam es, además

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un lugar de encuentro, y no sólo para las personas sino también para los espíritus; pero eso lo contaré en otra carta.

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Carta

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Réquiem para la izquierda

C

OMO PARTE DE nuestro entrenamiento estuvimos viviendo por un tiempo con familias nativas. Primero, un fin de semana lo pasamos en la casa de una familia en la capital (a doscientos cincuenta kilómetros), y después, diez días con otra familia de nuestra ciudad. Ninguna de las familias hablaba nada de español, no eran cristianas pero muy hospedadoras, no fue difícil darnos cuenta de eso, ya que sin conocernos nos invitaron a dormir en sus casas.

Realmente fue un tiempo en el que pudimos ver y aprender un montón de cosas acerca de la relación entre los miembros de una familia de este país, y la forma en que responden a las diferentes situaciones, en muchos casos, muy distinta a la nuestra y en los otros casos, ¡totalmente distinta! Por eso, y como nuestra comunicación en árabe era bastante estrecha, muchas veces, sentíamos que no podíamos hacer nada, sólo mirar cómo todos hacían todo por nosotros. Por lo tanto, nuestros sentimientos variaban entre los de Alicia en el país de las maravillas y los de Pulgarcito. 33

Las casas tenían dos ambientes grandes, y en esos ambientes se desarrolla toda la actividad de la familia; en ellos ven televisión, comen, toman el té, hacen su vida social y luego a la noche, acomodan todo, y duermen; bajo un clima de intimidad cero. Lo interesante eran las comidas; acá no hay cuchillos y los pocos tenedores o cucharas no alcanzan a satisfacer la demanda de unos pobres e ineptos comensales latinoamericanos. Todo es con la mano, sobre todo (y nada más) con la mano derecha, porque la izquierda la usan para menesteres menos dignos que no puedo describir, pues ahora estamos hablando de la comida.4 Volviendo a lo nuestro, toda la comida debe ser seleccionada, cortada y llevada a la boca con la mano derecha. Allí es cuando uno se da cuenta de lo muy necesaria que es, la nunca valorada mano izquierda. Para complicar las cosas, no hay muchos platos; en realidad, la comida se sirve en un solo plato grande que se pone en el centro de una mesa redonda, y de allí, comemos todos. Si no, ¿qué sentido tendría hacer la vida más fácil para un cuchillodependiente como uno? Al haber un único plato, existe lo que los ineptos comensales argentinos llamamos triángulo límite, esto es: la región imaginaria pero real, del círculo comidítico que está exactamente delante de uno, tomando algo así como la forma de una porción de pizza, y que es la cantidad de comida que le corresponde a cada uno. La idea es que uno no debe invadir el triángulo límite del comensal adyacente, porque podría ocasionar algún tipo de mal entendido. Claro está, que se 4 Se refiere al uso común que se le da a la mano izquierda, en gran parte de Oriente Medio, para el aseo íntimo sin uso de papel higiénico (N. del e.).

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pueden generar deformaciones de ese triángulo, sobre todo cuando un pedazo de carne está compartido por dos triángulos límites, o cuando se comen fideos. El tema es que nos las vimos en figuritas para cortar la carne con una sola mano, porque para colmo, no es que uno puede agarrar un buen pedazo e ir comiéndolo de a poco, eso no se hace porque queda medio cavernícola; la idea es agarrar (nunca tan bien empleado este verbo) del plato grande solamente lo que uno puede comer de un bocado, y comerlo. Sin embargo, para esa tarea, uno puede ser ayudado con un pedazo de pan. Y es allí donde se generan dos inconvenientes: â

¿Cómo cortar el pan con una sola mano?

â

¿Cómo utilizar esa masa uniforme de pan que uno ha cortado y que pretende ser de ayuda, para arrancar un pedazo de carne sin salpicar al resto de los comensales?

De vez en cuando, o con alguna comida, los miembros de la familia, usaban la mano izquierda para poder cortar; y en ese hiper anhelado momento, mi mano izquierda (que estaba semi adormecida o más bien sepultada) salía disparada en ayuda de la pobre y siempre sobrevalorada mano derecha y allí juntas lograban el cometido, que es no permitir que me muera de hambre por no saber comer con una sola mano. Cuando terminábamos de comer, era muy fácil darse cuenta en qué lugar de la mesa habíamos comido nosotros, sólo había que ver en donde había señales de haber habido una guerra con la comida. En una de las casas estuvimos compartiendo mucho tiempo con uno de los hijos, llamado Adnán, y que hablaba algo de inglés. La comunicación fue bastante complicada, ya que: 35

â

Adnán sabía hablar el árabe de la misma manera en que yo sé hablar el español (muy bien),

â

Adnán sabía hablar el inglés de la misma manera en que yo sé hablar el inglés (más o menos),

â

Adnán sabía hablar el español de la misma manera en que yo sé hablar el árabe (¡qué lindo día!), y

â

Adnán NO sabía, de la misma manera en que yo NO sé, si realmente entendimos todo lo que dijimos.

Pero en fin, pudimos pasar un muy buen tiempo juntos y pude enterarme de algunas ideas de los jóvenes de este país. Ahora, nuestra próxima tarea es estar una semana más en nuestra ciudad, estudiando el árabe (en el que gracias a sus oraciones, vamos muy bien) y después nos vamos por cuatro días a un pueblo adonde, con un presupuesto bajo (dado a propósito por el coordinador del curso), tenemos que ingeniárnoslas para buscar un hospedaje barato, o una casa de familia, comida barata, viajes baratos, etcétera, y sobre todo, comunicarnos (a eso se le llama fe) con la gente, hablando lo que sabemos del árabe.

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Alguien que le avise a la vida que no uso más pañales

C

OMO USTEDES SABEN, hemos terminado nuestro último período mensual de vivir con familias nativas. Las familias de este país son, realmente, muy hospedadoras; nos han mostrado mucho amor (recordemos que ninguna de ellas nos conocía), cuidado y, en algunos casos, sobreprotección.

Como no era de esperar de otra manera, la comunicación seguía siendo en nuestro (cada vez menos) precario árabe. Por lo pronto, ahora, cuando dos personas hablan árabe, podemos comprender... ¡que están hablando en árabe! Algunas veces, no entendíamos, otras, no nos hacíamos entender, pero a menudo, estábamos en igualdad de condiciones: lo que oíamos y lo que intentábamos decir, eran una sucesión de sonidos ininteligibles tanto para ellos como para nosotros, y allí, se producía el empate. 37

Pero el tema de la permanencia en las casas de familia, no era sólo para practicar el idioma, sino también para aprender más de los aspectos culturales de este país, y allí, es donde sentimos que regresábamos a nuestra infancia (léase lactancia o pañalancia). De manera demasiado frecuente para mi gusto, no teníamos ni idea de qué es lo que teníamos que hacer y (como a niños) nos explicaban cuál era la conducta apropiada en ese momento. Por ejemplo, en mi país, cuando era muy chico aprendí algo absolutamente trivial como el saludo; pero acá, ¿cuales son los diferentes saludos de entrada o de llegada? ¿Tengo que mirar de reojo a la persona y decirle simplemente: «Hola» o «Chau» (en árabe, claro)? ¿Lo miro a los ojos? ¿Me quedo sentado y le hago una seña con la mano? ¿Me pongo de pie y le doy la mano? ¿Lo saludo con un beso?, ¿con dos?, ¿con tres?, ¿¡con cuatro!? Pues bien, vimos todos esos tipos de saludo, pero lo que no nos quedó claro era cuando se aplicaba cada uno de ellos; al final se nos mezclaba todo, y terminábamos besando tres veces la mano derecha mientras nos parábamos realizando con la mano izquierda un movimiento híbrido entre un hola y un chau y mirábamos con el ojo derecho a los ojos y con el izquierdo la cabeza, por las dudas. Y no solo era con el saludo, también nos tenían que decir cómo actuar en una infinidad de situaciones: ¿cuándo y qué cantidad de agua se toma en las comidas?, ¿qué tipo de sonido es el apropiado cuando uno termina de comer?, ¿qué se dice cuando se termina de comer?, ¿hasta qué hora puedo salir a la noche?, ¿qué ropa me puedo poner cuando estoy en la casa y qué ropa cuando salgo? ¿qué tengo que decir, sin que se ofendan, cuando luego del décimo noveno plato de comida, no puedo comer más?

Pero claro, había veces en que ya abusaban de nuestro desconocimiento de la cultura y (lo que sigue no es exageración, sino la realidad) nos enseñaban a enjabonarnos mientras nos bañábamos, a abrigarnos cuando hacía frío, a dar una vuelta manzana sin perderse y a darnos la mano para cruzar la calle. Lo bueno es que como a niños que usan pañales, todo se nos perdonaba, pero, claro, a uno siempre se le mezclan los sentimientos y pensamientos: â

En mi país, yo soy alguien, tengo una profesión, tengo un buen trabajo, me manejo cómoda y confiadamente, y acá vengo en humildad a aprender de esta hermosa nueva cultura, para poder comunicarme con este pueblo.

Otras veces pensábamos: â

En mi país, yo soy alguien, tengo una profesión, tengo un buen trabajo, me manejo cómoda y confiadamente, y acá, me siento una inútil cucaracha a la que le tienen que hacer todo. ¡Qué hago acá!

Y otras veces: â

En mi país, yo soy alguien, tengo una profesión, tengo un buen trabajo, me manejo cómoda y confiadamente, y ahora, ¿vos me vas a enseñar como bañarme?, ¡por qué no te vas a freír mondongo! (pero claro, por suerte, todavía no sabemos decir mondongo en árabe).

En fin, ya estamos terminando este curso de orientación transcultural; ahora viene un tiempo en el que debemos preparar un estudio sobre un tema en particular acerca de la cultura de este país, retomaremos los estudios del árabe, deberemos comenzar a buscar una casa en donde vivir, 39

encontrar una buena escuela para nuestra hija y comenzar a vivir normalmente, nuestra anormal vida, en este país. Les pedimos que sigan orando por estos temas.

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Cómo ser misionero y no morir de angustia en el intento

E

N UN PAÍS ISLÁMICO las

cosas se hacen mmuuuuuuuyyy llleeeeeennnttttaaammmeeeennntttteee. No sólo porque la cultura de este país así lo exige, sino porque también la idea es no despertar sospechas, ni perjudicar a los que ya están trabajando. ¡Cómo extraño (además de un par de extrañitos más) estar a mil, aprovechar todos los segundos del día, comer una porción de pizza parado mientras leo el diario, o leer incómodamente en el colectivo mientras voy a trabajar, cosas en las que ustedes dicen; «¡No soporto más!»; y en general, todos esos abusos del tiempo que a uno lo hacen sentir bien argentino. Si a eso le sumamos que apenas me puedo comunicar con la gente; que tengo que ocupar (algunos lo llaman invertir) mi tiempo aprendiendo el idioma; que apenas me siento útil (por 41

no decir que me siento un inútil) y que el campo musulmán en general es duro y difícil, da como resultado la aparición de las preguntas: ¿qué hacemos acá? y ¿para qué sirve todo esto? Es entonces, que luego de meditar, uno puede responder a esas dos preguntas de manera concluyente: ¡nada! Quiero contarles un secreto: los misioneros también se bajonean (y como las biografías de los grandes apenas hablan de eso, a uno lo hace sentir más cucaracha todavía), en especial cuando se está con (en realidad no sé que preposición es la más adecuada, porque debería decir en, o mejor dicho, dentro de las fauces de) ese espantoso fenómeno llamado choque transcultural. No sé quién lo inventó pero existe y nos acosa a nosotros como familia. Estamos en pleno choque transcultural y los ánimos por el suelo. Para aquellos que no saben de qué estamos hablando, les informamos que estamos siendo el campo de batalla de dos feroces ejércitos dentro de nuestra mente: por un lado el grupito pequeño que lucha por sostener el llamado que hemos recibido para ser de bendición a este pueblo, y por el otro lado, un ejército multitudinario que enarbola banderas con expresiones del tipo: «Señor, ¡no me dejes solo!», «¡Tanto estudio para nada!», «Me tomo el primer avión que sale para mi país», «Al primer musulmán que me cruzo, ¡lo mato!», «¿Quién me mandó a este lugar?», «¡Llamen a mi mamá!». Eso, señoras y señores, se llama choque transcultural. Sin embargo, y en plena experiencia choqueculturalística, el Señor nos supo sostener y nos preparó una receta infalible: pileta, sierras, muchos hermanos para poder charlar, buenos estudios bíblicos y alabanzas en nuestro propio idioma. Todo esto vino en el retiro espiritual que hizo nuestra agencia, en plan de recuperación y reorganización de la misión. Terminado

nuestro primer período de adaptación cultural, durante seis días, y fuera del país donde servimos, pudimos compartir con todos los obreros de la agencia un tiempo muy especial. Queremos agradecerles por todo el esfuerzo que hicieron para que podamos asistir. Sin ustedes tirando de la soga, nosotros nos quedamos abajo en el pozo. Ahora estamos con las esperanzas renovadas, confiando que Dios sabe lo que hace con nuestras vidas (esperamos que nos dure, mientras tanto, ustedes no dejen de orar).

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9

La indecisión es la peor de las indecisiones

C

OMO TODOS USTEDES saben, esta

semana termina el mes de noviembre, pero lo que no todos saben, excepto unos varios cientos de millones de musulmanes en todo el mundo y algún que otro extranjero interesado en el tema, es que en esta semana comienza el mes de Ramadán. Este mes es un mes sagrado para el islam, este es un mes de ayuno (o es un ayuno de un mes). En este mes, según Mahoma, bajó el Corán y, por lo tanto, la mejor manera de recordarlo es ayunar durante el mismo. Y es, por lo tanto, uno de los Cinco Pilares del islam. El tema parece ser complicado por el hecho que durante este ayuno, nada, absolutamente nada debe pasar por la garganta con destino al estómago, incluso el agua (obviamente), los chicles y la saliva (aunque muchos de ustedes, al leer esta 45

frase, y casi instintivamente, hayan tragado en seco), pero, ¿cómo se hace? Fácil, se escupe. El ayuno empieza en el momento en que comienza a haber luz natural (un rato antes de la salida del sol) y finaliza cuando ya no hay luz (un rato después de la puesta del sol). En este país comienza a las seis de la mañana y dura hasta las seis de la tarde (más o menos). Durante estas (aproximadamente) doce horas, se supone que ninguna persona debe comer. Los únicos exentos de ayunar son los niños, los enfermos y los extranjeros. A tal punto es el celo de guardar este rito, que todos los restaurantes, cafés y negocios de comida en general están cerrados durante el día, y si la policía ve que alguien está comiendo, entonces, inmediatamente lo llevan a la comisaría. A eso de las seis de la tarde, se rompe el ayuno; esta rotura del ayuno consiste en volver a la vida normal, pero de noche, es decir, se desayuna a las dieciocho; se almuerza a las veinte y treinta, se merienda a las dos o tres de la mañana, y antes de que aclare el día (tipo cinco de la mañana) se cena. Los restaurantes, cafés, etcétera, abren a la noche para ayudar a romper el ayuno. Son pocos los que pueden dormir normalmente durante estas noches. Y durante el día, son pocos los que pueden mantener el ritmo normal de vida. Durante este mes, se supone que Dios escucha más a su pueblo, y por lo tanto, las mezquitas están llenas, pero también es el momento en el que todos hablan más de las cosas sagradas y están más abiertos a hablar y escuchar de Dios. El tema central de todas las conversaciones es el ayuno, y la pregunta más importante (incluso antes de preguntar: «¿Cómo estás?») es: «¿Estás ayunando?». El problema somos nosotros: los extranjeros.

Lamentablemente, no existe una estrategia común en este sentido. Si bien hay libertad, y es un mes muy importante a nivel religioso (y por lo tanto, cultural) para los musulmanes, la opinión acerca de si debemos ayunar o no, está totalmente dividida. Tamaña indecisión dentro del extranjerage que vive aquí, se debe a que los que defienden la idea de que debemos ayunar dicen que debemos experimentar todo lo que este pueblo vive, para poder llegar a comprenderlo y abrir las puertas de su confianza para con nosotros. Y los que defienden la idea de que no debemos ayunar, dicen que como cristianos, no podemos realizar los mismos ritos religiosos de los musulmanes y que, además, cuando un musulmán ve a un cristiano ayunando, no dice: «Este es un buen cristiano», sino: «Este será un buen musulmán». En fin, ante tanta indecisión, nosotros (como familia, y como no podía esperarse de otra manera) seguimos indecisos acerca de qué es lo que vamos a hacer. De todos modos, queremos analizar cuál de las dos cosas es la mejor a nivel estratégico, por eso, les pedimos a ustedes, que no sean indecisos, que decididamente le pidan al Único (no indeciso de este lugar) que decididamente nos muestre su voluntad para que con decisión tomemos una decisión decisiva.

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Cómo matar un cordero en un balcón

P

RIMERO: Compre un cordero. Los hay por todos lados. Tuvimos la oportunidad de estar en este país durante la fiesta del Cordero. En esta fiesta los musulmanes recuerdan el sacrificio que iba a hacer Abraham con Ismael (los musulmanes dicen que el sacrificado iba a ser Ismael, no Isaac). Es una fiesta muy especial e importante para todos. Cada familia (a lo sumo se juntan tres familias) compra un cordero vivo, y aunque vivimos en una ciudad, durante esta semana era común ver corrales desmontables en la calles, y corderos caminando por la avenida principal, sin respetar los semáforos, claro. 2°) Si usted vive en un departamento, piense que tendrá que utilizar mucho tiempo para subirlo por las escaleras; de lo contrario, puede alzarlo, con las correspondientes consecuencias para su ropa.

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Como dijimos antes, vivimos en una ciudad, por lo tanto, hay edificios de departamentos. Si a eso le sumamos que a lo sumo tres familias compran un cordero, nos queda el hecho que en varios departamentos encontraremos algún cordero... ¡vivo! 3°) Trate de buscar un lugar adecuado en su casa para que el cordero pueda estar un par de días; en lo posible, y por razones de necesidad, que no sea un ambiente alfombrado. Una familia (abuelo, madre, tía y cinco hijos) nos invitó a festejar la fiesta del Cordero en su departamento (tercer piso por escalera). Habían comprado el cordero sólo para ellos. Este departamento, como todas las casas de la ciudad, tiene la mayoría de los ambientes alfombrados, entonces, el mejor lugar para poner el cordero era el balcón. Cuando llegamos a esta casa, nos llevaron al balcón (dos metros por uno y medio) y allí estaba el cordero, manso (obviamente), parado, sin entender mucho lo que iba a ocurrir. 4°) Usted debe evitar tomarle cariño al cordero para que no le caiga mal tener que comer un lomo que haya acariciado con anterioridad. Obviamente, la idea es comer el cordero, la fiesta dura todo el fin de semana, y por supuesto hay carne de cordero para rato. Sin embargo, es obligación dar una parte importante a las personas carenciadas. Esto es para imitar, ¿verdad?, por lo menos en Navidad. 5°) Antes de comerlo, hay que matarlo. Si usted no tiene posibilidad de ir a un lugar apartado, tiene que matar al cordero en el patio, garaje de su casa o en el balcón de su departamento. Obviamente, toda la familia querrá participar (o por lo menos mirar) del evento, así que, traslade (mientras está vivo) al cordero a un costado del balcón, de esta manera, logrará más lugar para los observadores.

6º) Cuando haya que matarlo, asegúrese que la cabeza del cordero apunte hacia la Meca (una de las ciudades santas del islam). Como el pobre animal no sabe bien donde queda, tal vez deba forzarlo un poco. Al llegar el momento, nos fuimos todos al balcón. Algunas familias realizan algún tipo de rito religioso u oración; pero esta familia, que no es muy fundamentalista que digamos, no hizo nada. Un hijo y la madre sujetaron y tiraron al mansísimo cordero al suelo, entonces vino el abuelo y... ¡sácate! Por suerte, este balcón tenía rejilla. Además del cordero, una de las personas que más sufrió con ese espectáculo fue nuestra hija de siete años. Ella quería estar en primera fila para ver el evento; nuestra mente occidental la mandó a verlo detrás de nosotros y esto generó un sufrimiento físico provocado por el estiramiento del cuello. 7°) Después viene todo lo normal y cotidiano: pelarlo, cortar los pedazos para comerlo y limpiar las manchas. En fin, hay muchas conclusiones que se pueden sacar de esta fiesta que todavía no conocemos muy bien, de la que participan todas las familias (no importa lo pobres que sean), y toda la familia. No hay excusas (pobreza, incomodidad, soledad, edad, etcétera) y no hay obstáculos para realizarla. Por más cruda que parezca para nosotros, piensen que es parte de lo que anualmente celebran y viven los musulmanes. Con respecto a nosotros, ya comenzamos a escribir y leer en árabe (aunque parezca increíble), todavía no entendemos mucho lo que leemos, pero con el tiempo... De todos modos, ya podemos comunicarnos con lo básico. Sigan orando por nuestro estudio del árabe. Les mandamos un beso enorme. 51

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¿No habrá otra manera más fácil de aprender un idioma?

R

EGATEO:

acción por la cual un comerciante cotiza un producto a un valor superior al real, y luego de sucesivas discusiones el comprador se va contento porque logró comprar el producto a un precio más bajo. Tfssal: (del árabe) acción por la cual un comerciante cotiza un producto a un seiscientos por ciento de su valor real, y luego de sucesivas discusiones, el comprador se va contento porque logró comprar el producto a sólo el cuatrocientos por ciento de su valor real. Como ustedes saben, en estos días hemos conseguido (gracias a Dios y por medio de ustedes) alquilar una casa. Luego de un año de vivir con (o sobre) las maletas, y diversos cursos, al fin tenemos casa propia, nuestra, de nosotros. Durante este mes, tuvimos que ir comprando los muebles y las cosas para equiparla; y acá en este país el tema compra (o 53

venta) es bastante diferente al de mi país, sobre todo para los que no somos nativos de acá. De hecho, todos los comerciantes, a los extranjeros, les cobran de acuerdo a la cara, y parece ser, que en estos lares, los extranjeros portamos dos tipos de caras: â

Una que dice: «Te pago lo que quieras porque soy un extranjero multimillonario».

â

Y la otra que dice: «Te pago lo que quieras porque soy un verdadero salame».

Por lo tanto, es a partir de allí (según la cara de cada uno, como decía mi abuela) donde los comerciantes empiezan a cotizar sus productos o servicios. Nuestro saludo (en el más esforzado de los árabes) no alcanza para confundir a los comerciantes que, casi sin titubeos se dan cuenta que somos extranjeros, y nos cobran según alguna de las dos caras que creen descubrir. Ahora bien, no vestimos como millonarios, entonces, ¿qué cara presentaremos? Salames o no, la cosa es que en esas situaciones es donde vemos si aprendimos bien el árabe y donde más lo practicamos. Es allí donde empezamos el tfssal (definido anteriormente) y en estos días, más que nunca, hemos practicado (casi como que las llevamos adheridas en nuestras bocas) las frases:

54

â

Saub el tchaman shuía: Arregle el precio un poco.

â

Ateni el tchaman be murua: Deme el precio con misericordia.

â

Ghali bisef: Muy caro.

â

Ma bgritsh culyi li keinin fe el tshara; guir jasha uaheda: No quiero todo lo que hay en el negocio; sólo una cosa.

â

¡Eeehhh!: ¡Eeehhh!

Y ya que estamos, hablemos también de los tiempos. Cuando quiero comprar algo en mi país entro al negocio, pregunto el precio, pago y me voy. En este país de África, entro, pregunto el precio (pongo cara de cuánto vale esta porquería aunque por dentro me desespero por comprarla), me dicen: «Primero véalo», le digo: «Está bien», lo veo; pregunto otra vez el precio, me dicen: «Es el mejor de la ciudad»; pregunto el precio, me dicen que el precio es muy bueno; pregunto el precio, me tiembla la voz (porque no me salen las palabras en árabe), me dicen que las relación entre las personas es más importante que el precio y es probable que me inviten a tomar un café (en este momento el comerciante ya me sacó la máscara de indiferencia y se dispone a conversar con mi verdadero yo); pregunto el precio, me tiembla la voz (de impaciencia), me dicen que lo importante es que pueda apreciar la calidad y que (obviamente) es más importante que el precio; pregunto el precio, me tiembla la voz (por las ganas de llorar), me dicen que me darán precio de amigo; pregunto el precio, me tiembla la voz (porque ya no puedo mantener la sonrisa del principio), me dan el precio (no me imagino cómo será el precio de enemigo); empieza el tfssal (obviamente, como excelentes amigos), no cuento el proceso del medio porque es simplemente una lucha entre tres personas: el comerciante, mi yo que quiere comprar lo que necesito y mi otro yo que quiere que no descubran mi verdadera cara; termina el tfssal, y somos más amigos que antes. Lo peor, es que cuando gano una discusión por un precio, siempre nos queda el sabor amargo de pensar: ¿me lo hubiese llevado de todos modos si le hubiese ofrecido menos?, ¿tendrá razón este comerciante? ¿Seré tan salame que de todos modos 55

me estoy llevando este producto mucho más caro de lo que vale? Y como broche de oro, siempre aparece algún otro extranjero (con más años en este país) que seguro compró el mismo producto, mucho más barato. En fin, llega un momento en que después de esta lucha por bajar el precio, uno se cansa de tanta (y constante) sana discusión; si bien es una buena manera de practicar el idioma (y pidiendo disculpas a los seiscientossesentayseisólogos) uno termina bendiciendo con todas sus fuerzas el sistema de compras por medio de la lectora láser del código de barras, que aunque uno se queda con la misma cara de salame preguntándose cómo funciona, a todos les cobra el mismo precio. Un abrazo muy grande para todos. Gracias por todo su apoyo. Los amamos.

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¡Qué bueno que nos casamos, para poder conocerte!

H

OY, TODO EL PUEBLO está invitado a la boda (igual que en mi país), están los parientes de los novios (igual que en mi país), se tira la casa por la ventana (igual que en mi país), muchos invitados conocen al novio y a la novia (igual que en mi país), pero los novios no se conocen entre sí (igual que en Génesis).

Los padres del novio habían ido a buscar a la novia a otro pueblo, a unos trescientos kilómetros de allí. La trajeron el día anterior y listo. ¿Para qué más tiempo? Muchos matrimonios en este país son concertados por los padres, y no sólo eso, sino que los novios se conocen el mismo día de la boda. Debe ser interesante saber que la persona que acabo de conocer es la misma con la que (a partir de hoy) voy a pasar el resto de mi vida; que será la madre/padre de mis hijos 57

y con la que (a partir de hoy) empezamos a hacer los trámites para agrandar una familia que (antes de hoy) era sólo yo y que, a partir de hoy, somos yo, y... «¿Cómo es tu nombre?» Unos amigos nuestros casaron (nunca tan bien empleado el verbo) a su hijo, y nos invitaron. Las ceremonias nupciales en este país duran entre dos días y una semana. Lo bueno, es que durante las bodas se puede dormir. Sin embargo, a veces se complica por la música y el baile que se genera. Nosotros, obviamente, no bailamos, no sólo porque somos de madera para esos menesteres, sino que puede llegar a ser un poco aburrido, ya que los hombres bailaban con los hombres, y las mujeres con las mujeres. El problema, también, es que acá es normal que los hombres caminen tomados de la mano y se saluden con cuatro besos; por lo tanto, si tengo que agarrar de la mano a otro hombre para bailar con él y después despedirme con cuatro besos, podría llegar a sentirme un poco confundido. En la mitad de la fiesta, los novios se encierran en una habitación para tener intimidad (se supone). El tema es que están todos en la otra habitación esperando, apurando y golpeando la puerta para que ese tiempo termine; y cuando el novio dice: «Listo», entran los familiares y retiran una especie de pantalón blanco con un par de manchas coloradas, que demuestran que la novia nunca estuvo con otro hombre. En ese instante, uno da gracias, no sólo a Dios, sino también a los padres, a todos los héroes patrios, presidentes, gobernadores y hasta la partera del barrio, por haber nacido en un país en el que ese momento se disfruta con más intimidad. Después de ocho horas de una fiesta que recién comenzaba, y de haber comido lo suficiente mi cuerpo, que todavía no está muy adaptado a este ritmo nupcial y que no podía dormir por la movida que se estaba organizando por enésima vez, le suplica a

mi mente (que todavía quería seguir adaptándose culturalmente) que considere la posibilidad de retirarse; sin pocas luchas entre ambos, pido permiso para entrar en la habitación de las mujeres (donde estaba la mía) para sugerir la posibilidad de volver a casa. —Me gustaría probar un poco de comida —fue una de las respuestas que recibí. —¿Pero qué te pasa? —fue mi contrarrespuesta con cara de: ¿no comiste suficiente ya? —Recién empezaron a servirnos la comida. Claro, a esa hora de la noche, o de la mañana, me había olvidado que hasta que todos los hombres (que éramos muchos y estábamos en otro lugar) no termináramos de comer y de saciarnos, no se comenzó a servir la comida a las mujeres. Pero bueno, a esa hora ninguno de los tres aguantaba, así que nos tuvimos que volver con la promesa de un sangüichito de queso en casa. Más allá de lo anecdótico de la experiencia, damos gracias a Dios por la posibilidad que nos da de tener estos contactos con la gente y de intercambiar experiencias de vida (con todo lo que ustedes saben que eso implica).

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¿Qué harán las mujeres con tanto tiempo libre?

Y

A NOS UNIMOS al trabajo de la colocación de bombas de agua y cañerías en algunos poblados. La situación de la sequía en estos lugares ha llegado a ser muy delicada. En algunos pueblos, las personas deben caminar dos horas para ir a buscar agua. Si a eso le sumamos que la mayoría debe hacer dos viajes, nos encontramos que mucha gente ocupa ocho horas de su tiempo sólo (¿sólo?) para buscar agua.

En uno de los poblados, que está en la cima de una colina, el río del que sacaban el agua, está a seiscientos cincuenta metros camino hacia abajo, lo que implica que la gente debe bajar esos seiscientos cincuenta metros con los baldes vacíos, cargarlos con agua y subir los seiscientos cincuenta metros llenos de agua. Como los hombres se dedican a la agricultura, el trabajo de buscar el agua corresponde a las mujeres. 61

En ese pueblo había una bomba de agua que había dejado de funcionar hace años, y unos caños que se habían destruido también hace años, por lo que el trabajo de caminar los seiscientos cincuenta metros para buscar el agua lo estaban haciendo (hace años) según lo hacían nuestros ancestros, hace años. Sin embargo, cuando se firmó el convenio de cooperación, algunos hombres, realmente preocupados, preguntaron: «Cuando se ponga la cañería de agua, ¿que harán las mujeres con tanto tiempo libre?» En fin, de todos modos, salvo esas preocupaciones, las personas del lugar están muy agradecidas con el trabajo que se ha hecho. El convenio de desarrollo implicaba el arreglo de la bomba por parte de la gente del pueblo, y la colocación de los seiscientos cincuenta metros de cañerías de parte nuestra. La idea, es que siempre el poblado debe colaborar en el trabajo de lograr su propio desarrollo. Sin embargo, ahora, se nos ha abierto una puerta, un poco inesperada para nosotros, y es que en cierta ciudad han pedido profesores de español para los últimos grados de la escuela primaria, para alumnos entre doce y trece años. No todos los días aparece una oportunidad así que, por eso, la hemos aceptado. Es una ciudad que está a unos setenta kilómetros.de donde vivimos, empezaremos el próximo martes e iremos dos veces por semana. Es una oportunidad hermosa para poder conocer más profundamente a los jóvenes del país. Nuestro conflicto es: ¿qué tipo de español vamos a enseñar? Sobre todo el primer día de clases, ¿qué saludo enseñaremos? â

«¿Cómo estáis vosotros?», o

â

«¿Cómo andan, che?», o

â

«¿Qué onda, chabones?»

En fin, realmente es algo un poco raro, uno viene a aprender la cultura, la lengua, y termina enseñando el idioma de uno. Y esto va en contra de la lección 3 del Manual del buen misionero. De todos modos, también participaremos en las jornadas de higiene y salud que se impartirán en todas las escuelas de la región. Además, y como no podía ser de otra manera, seguiremos estudiando el árabe a full, no podemos parar, porque si en algún momento dejamos de estudiar, ¿qué va a hacer mi mujer con tanto tiempo libre?

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¿Por qué no le pegás a uno de tu tamaño?

M

UCHAS VECES TENGO ganas de decir esto a algún profesor o autoridad del lugar en donde estamos dando clases de español, pero el problema es que no sé decirlo en árabe; así que me tengo que callar. Además, creo que se generaría una crisis de autoridad y confusa relación entre los demás profesores y yo. Pero la realidad es que en este país no sólo es normal, sino recomendable pegarles a los alumnos. Me pone loco ver cómo por situaciones en las que las palabras alcanzarían, algunas personas tienen la mano tan pronta para ser usada.

Obviamente, el tema no es sencillo, ya que: «La religión recomienda pegar a los adolescentes que (por ejemplo) no oran», como me dijo uno de los profesores cuando hablábamos de este tema. Lo que no me atreví a decirle es que me gustaría recomendar pegar al que recomienda pegar a los adolescentes 65

que no oran, y obviamente, no se lo dije, porque no sé cómo decirlo en árabe. Además, claro, y como no podía ser de otra manera, los alumnos están acostumbrados a los golpes (o habría que decir a los golpes los acostumbraron) y es eso lo que esperan como medida disciplinaria. En este lugar, los golpes, son a veces, la única manera utilizada de parar la indisciplina; y claro, como no soy muy pegador que digamos, al principio me costaba hacerlos callar por más de cinco segundos, era entonces cuando de algún lado venían esas fuerzas sobrenaturales que impedían, no sólo que no les pegara, sino que no los triturara. Pero claro, además, no sé cómo decir eso en árabe. De todos modos, ya nos estamos entendiendo: ellos entendieron que nunca les voy a pegar y yo entendí que nunca se quedarán callados más de cinco segundos. Y aunque no soy Heidi, creo que ellos notan la diferencia en la manera de ser tratados; sólo espero sobrevivir para confirmarlo. Pero bueno, además de dar clases de español a un grupo de alumnos adolescentes, también doy clases a un grupo de profesores del mismo colegio de una ciudad que está unos setenta kilómetros de donde vivimos. Es una ciudad de unos treinta mil habitantes, y les aseguro que resulta interesante el hecho de ser el único cristiano que hay allí (y en varios kilómetros a la redonda); en cambio para ellos está muy claro, su deber es hacerme musulmán. Voy tres veces por semana. Y una vez por semana me quedo a dormir en la casa de uno de los profesores que es alumno mío. Este profesor, al principio hacía sus oraciones en privado, pero ahora, luego de alguna que otra conversación, pela su alfombrita delante de mí y no sólo hace sus rituales oraciones

sino que además, canta para que yo lo escuche. Creo que el mensaje es muy claro: «Yo soy mucho más religioso que vos, ¿viste?» Además, eso si sé escucharlo en árabe. Para terminar queremos agradecer todo su apoyo y oraciones por nuestra hija, ya que está muy contenta en la escuela y le está tomando la mano al idioma. En cuanto a nosotros, el idioma, no sólo nos tomó la mano, sino que también nos arrastra... ¡a los golpes!

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Carta

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Una comunidad comunitaria

P

ARA TRABAJAR CON musulmanes es importante saber el significado de la palabra «comunidad». No existe el uno, sino el todos, no existe el creo, sino el creemos, no existe el pienso, sino el pensamos. Creo, perdón, creemos que había una mejor manera para aprenderlo, pero parece que a Dios le gustó ésta para hacerme (hacernos) entender cómo es esta cultura.

Luego de terminar mis clases de la noche en un pueblo, me quedo a dormir en otro donde enseño por la mañana. Para eso, voy por un camino interno y muy solitario. Ese día eran las nueve de la noche, llovía, había terminado mi trabajo, y me iba al otro pueblo donde me quedaría a dormir. El camino es un poco angosto, y aunque no es malo, ese día había mucho barro sobre el asfalto. El tema es que yo lo hago dos veces por semana, así que lo conozco(ía) bastante. Suposiciones aparte, estaba en un lugar sobre una especie de terraplén a un metro y medio de altura (aproximadamente, 69

olvidé tomar las medidas exactas) y en una curva (con lluvia y barro, como para echarle la culpa a otro) el coche patinó, se salió del camino, y mientras caía del terraplén se fue dando vuelta, por lo que terminó en el fondo con las ruedas hacia arriba, es decir, volcado. Mientras el coche caía, tuve tiempo para acomodarme: «Ya que voy a morir, prefiero morir cómodo» —pensé. Cuando terminó de caer, algo que duró lo más parecido a una eternidad, quedé sentado sobre el techo del coche. En las películas, los que van a morir dicen que la vida se les pasa toda en un segundo... una de dos: o en ese momento mi reloj se detuvo, o en mi vida no hice nada lo suficientemente importante para que su recuerdo durara aunque sea un segundo. El tema es que a mí no me pasó nada de eso; entonces entendí que o las películas mienten, o yo no me había muerto. Como las películas siempre dicen la verdad, deduje que todavía estaba vivo. Tardé más o menos diez segundos en darme cuenta de eso y otros diez en dar gracias a Dios por poder dar gracias a Dios sin tener que dar gracias a Dios, cara a cara. Una vez que entendí que estaba mentalmente entero (o por lo menos en lo que a mi mentalmente se refiere) empecé a considerar la posibilidad de salir de allí, pues, como las películas no se equivocan, comencé a pensar en los derrames de combustible y en las chispas, pues aunque estaba lloviendo, había visto una película en la que el coche volcado en plena lluvia, explotaba. Por suerte, yo no actué en esa película, así que a mí no me pasó nada de eso. Al salir consideré que era oportuno revisar el estado general de mi cuerpo, y gracias a Dios y a los ángeles que me sostuvieron, la única herida profunda que tenía era en mi 70

orgullo. «Bueno —me dije—, ahora hay que pedir ayuda». A unos quinientos metros vi una luz y me encaminé hacia ella. De todos modos, primero me aseguré que no era la famosa luz al final del famoso túnel. Mientras caminaba, con mucha bronca, recordé que no sabía decir en árabe: «Acabo de volcar con mi coche», por lo tanto, esos quinientos metros fueron demasiado cortos para tratar de recordar palabras afines que describieran la realidad y practicar su correcta pronunciación para evitar decir alguna otra tontería. Entonces, me tuve que conformar con decir: «Tuve un accidente, necesito un teléfono», y con la esperanza de no tener que dar más explicaciones del caso. Llegué a la luz, y (como era de esperar, en el campo a las nueve de la noche) era la única encendida en un conjunto de unas veinte casas. Sin embargo, esas casas debían tener algún tipo de conexión inalámbrica entre sí, porque cuando golpeé la puerta, automáticamente se encendieron las luces de las demás casas, y yo, con toda mi pinta de profesor extranjero, pero que a esta altura tenía toda la fortaleza de un pollito mojado, entendí perfectamente que en el lenguaje de esa gente, eso es un signo inequívoco de: «Veamos todos qué suceso interesante le ocurrió a este extranjero». Con miedo a equivocarme, con bronca porque tenía miedo a equivocarme, y luchando contra todas las miradas que no sabían que podía equivocarme pero que no tardaron en saberlo, dije la frase que había memorizado en los últimos doscientos cincuenta metros. Y parece que la dije muy bien porque todos entendieron que era el momento de participar en el evento del día y nadie podía faltar para acompañar al extranjero (y evitar que se perdiera en el camino) hasta el único teléfono del 71

poblado, que estaba en el dispensario, exactamente frente a la casa cuya puerta había golpeado. Por supuesto, todos debíamos entrar al dispensario y, si hubiesen podido, todos deberíamos haber hablado por teléfono porque todos teníamos mucho para opinar. Pero, de alguna forma entendieron que lo podía hacer solo (aunque no sin el apoyo comunitario) y telefoneé a mis compañeros de equipo para que vinieran a ayudarme, remolcarme y buscarme (en cualquier orden). También comprendieron que, si entendieron lo que les quise hacer entender con mi pobre árabe, era imposible (una vez más) hacerlo sin la ayuda de todos, por lo tanto volví, guiado por la comunidad, al lugar del accidente y allí me puse a esperar a mis compañeros, en comunidad, claro. Llegaron mis compañeros, entre todos dimos vuelta el coche, lo sacamos del pozo, lo sujetamos para ser remolcado; y cuando todo terminó, cada uno volvió comunitariamente a su casa.

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Carta

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¿No tendrías un video de Heidi?

P

OR SER DESCENDIENTES de Ismael, es decir, también de Abraham, para los musulmanes también es una obligación circuncidar a sus hijos. â

Por ser una obligación, el momento de la circuncisión es un evento importante en la vida familiar.

â

Por ser un evento importante en la vida familiar, ese día, es un día de fiesta.

â

Por ser un día de fiesta, es importante filmarlo en video.

â

Por ser filmado en video, es importante mostrarlo a los amigos.

â

Por ser amigos, es importante que hayamos aceptado ver el video de la circuncisión de los dos hijos.

â

Por ser dos hijos, todo lo que experimenté al ver la primer circuncisión lo volví a sufrir al ver la segunda. 73

El tema es que si bien la circuncisión es obligatoria, no hay una edad determinada para efectuarla. Y por lo tanto, lo que hacen muchos, es esperar y acumular las circuncisiones. Que, obviamente no es circuncidar varias veces a una persona, sino hacer una única fiesta para celebrar la circuncisión de hermanos, primos, amigos, etcétera. Una de las consecuencias de esto es que algunos son circuncidados a los seis o siete años. Esto significa que muchos son conscientes de lo que les ocurre. La fiesta (obviamente para los otros y no para los que sufrirán la pérdida de una parte importante de su ser) dura entre uno y dos días y, si esperan a que los hijos crezcan, es justamente porque en ella se gasta mucho dinero. Los niños son vestidos especialmente de gala para la ocasión. Durante el primer día, hay mucha comida y regalos para los agasajados, aunque en mi país se los llamaría: «¡Pobres desdichados, no saben lo que les espera!». En algún momento del segundo día, un enfermero realiza el corte. Una familia del pueblo en el que estamos trabajando nos invitó a cenar. Mientras preparaban la cena nos preguntaron si queríamos ver el video de la circuncisión de los dos hijos. Nosotros, siempre fieles a nuestro espíritu de conocer la cultura (lección 2 del Manual del buen misionero) dijimos: «Waja», que en árabe significa: «Está bien», pero que en mi español significa: «Si no hay más remedio...». El video reflejaba este especial momento para los dos niños de cuatro y cinco años. El que filmaba tuvo la precaución de dejar grabado absolutamente todo: el momento en que cada niño iba hacia la sala preparada, acompañado por el grito de alegría de las mujeres del lugar (aunque también servía para tapar los gritos que se producirían después); luego, cuando cuatro adultos sujetaban al niño (porque en ese momento 74

estaba muy conciente de lo que le ocurriría y si hubiese sido yo, todavía me estarían buscando en el Groenlandia); más tarde, el momento de la inyección de anestesia (no sé qué duele más) y luego, hasta el más pequeño detalle del momento del corte. Cada detallado movimiento de la tijerita era acompañado desde lo más profundo de mi corazón por un: «¡Gracias, papá, por ser cristiano!». Y como broche de oro, un primer plano del trofeo; no sé cómo me di cuenta de eso, porque en ese momento todas mis neuronas estaban ocupadas en disimular el crujir de mis dientes y en separar a mis dos rodillas que de tanto apretarse se habían fundido entre sí. En fin, y más allá de lo cultural, esa cena fue parte de un agasajo que nos dieron como familia por la finalización del curso de español que damos para alumnos y profesores del colegio secundario del pueblo. Esto nos ha permitido establecer relaciones y confianza (como para ver muchos videos) con los profesores de este centro educativo. También consideramos que fue importante para ellos que en todo momento nos mostramos como cristianos, sin esconder nuestra fe y respetando la de ellos. Teniendo esto en cuenta, por ahora, la estrategia es continuar fortaleciendo estas relaciones de amistad. Los profesores (todos musulmanes) han podido ver la diferencia entre nosotros, y los que ellos llamaban cristianos; que son los que ven en las películas de televisión y las noticias. Ellos ven que nosotros respetamos sus costumbres (algunas veces cuesta más que otras), que honramos a Dios, que oramos, e incluso hemos tenido oportunidades (que obviamente aprovechamos) para orar por ellos en sus casas. También ellos respetan nuestros momentos de oración, ya sea en la pieza (cuando nos quedamos a dormir en sus casas) o cuando agradecemos por la comida delante de 75

ellos. En el último tiempo, no sólo piden silencio cuando vamos a orar en la mesa, sino que dicen: «¡Amén!» cuando terminamos la oración. En este sentido, y como parte de su aprendizaje del español, los hemos invitado a convivir un día en casas de otros cristianos de habla hispana, y nos contaron lo sorprendidos que estaban al vernos orar, leer la Biblia y respetar sus costumbres. Esto hizo que modificaran el concepto que tenían de los cristianos, por lo que (nos dijeron) ahora podían llamarnos: «Hermanos». ¡Era hora que diéramos gracias a Dios por estar en el mundo musulmán!, pues, que un seguidor del islam considere, sinceramente, que un cristiano puede ser su hermano, significa que el Señor ha derribado (y nos permitió estar presentes) un par de barreras en la maltrecha relación entre cristianos y musulmanes.

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Carta

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Ramadaneando

P

ARA MUCHOS DE los

que leyeron nuestra carta acerca del Ramadán del año pasado, era la primera vez que oían ese nombre y que escuchaban (o leían) lo que significaba. Ahora surge el Ramadán otra vez, no sólo porque en general, pasados once meses, el mes vuelve a aparecer, sino por la situación bélica que estamos atravesando.5 Mediáticamente (y no de la manera que nos gustaría) en lo que llamamos Occidente, se está informando bastante acerca de ciertos temas islámicos, y uno de ellos es el mes de Ramadán. Este es un mes sagrado para el islam, es el mes del ayuno. Es que en este mes, según Mahoma y los que lo siguen (que para el caso es lo mismo), el Corán, su libro santo, llegó a la Tierra (los musulmanes dicen que bajó, algunos otros decimos que subió); y por lo tanto, la mejor manera de recordarlo es 5 El autor hace referencia a los bombardeos de los Estados Unidos sobre Afganistán, luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 (N. del e.).

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ayunar durante el mismo. Este ayuno es uno de los Cinco Pilares del islam, es decir, una de las cinco cosas que necesitan para acercarse a Dios. El ayuno empieza un rato antes de la salida del sol (seis de la mañana) y finaliza un poco después de la puesta del sol (seis de la tarde). Durante estas (aproximadamente) doce horas, se supone que nadie en este país debe comer. Los únicos exentos de ayunar, son los niños, los enfermos y los extranjeros. A tal punto es el celo de guardar este rito, que todos los restaurantes, cafés, y negocios de comida en general están cerrados durante el día, y si la policía ve que alguien está comiendo, entonces, inmediatamente lo llevan a la comisaría. A eso de las seis de la tarde, se rompe el ayuno; esta rotura del ayuno, consiste en volver a la vida normal, pero de noche, es decir, se desayuna a las dieciocho horas, se almuerza a las veinte y treinta, se merienda a las dos o tres de la mañana y antes de que aclare el día (cinco de la mañana) se cena. Los restaurantes, cafés, etcétera, abren a la noche para ayudar a romper el ayuno. Son pocos los que pueden dormir normalmente durante estas noches. Y durante el día, son pocos los que pueden mantener el ritmo normal de vida. Los cristianos del país no cumplen el Ramadán, esto es: no ayunan como ni cuando lo hacen los demás, pues no quieren identificarse con lo que representa este mes, pero sí, identificarse con la libertad que tenemos de ayunar cómo y cuándo queremos. Por esta razón, y para hacer lo mismo que hace el grupo de cristianos, la mayoría de los extranjeros cristianos (nos incluimos) decidimos no cumplir con el Ramadán. Sin embargo, y por respeto a todos, nunca comemos a la vista de los demás. Pero, claro, a veces uno se distrae. 78

En una de esas distracciones estaba yo saliendo a la calle mientras comía un (inofensivo pero ramadanísticamente prohibido) chicle, cuando un hombre, que no estaba distraído, me mira con muy mala cara. Estaba por contestarle: «¿¡Qué me mirás con esa cara de gil!?», pero me detuve por tres razones: â

Me acordé que estaba en Ramadán, mientras buscaba con mi zapatilla un agujero para que la tierra se abriera a mis pies y me tragara.

â

Soy cristiano, y en ese momento me pareció que no quedaba bien semejante contestación.

â

No sé como se dice gil en árabe.

Entonces, como no podía tragármelo (porque tampoco se puede tragar) y no quise escupirlo para no delatarme más, paralicé mis mandíbulas como si nada hubiera pasado y puse la más perfecta cara de gil, que en español sí sé como se dice. El tema central de todas las conversaciones es el ayuno, y la pregunta más importante (incluso antes de preguntar: «¿Cómo estás?») es: «¿Estás ayunando?», además, y demostrando su espíritu de competencia, nos dicen que para los cristianos, la vida es más fácil porque no ayunamos. Es entonces, que con cara de «si querés cambiar te cuento, si no, bancátela por ser lo que sos», hablamos acerca de lo que Jesús nos dice sobre el ayuno (secreto y no publicado), las razones de por qué lo hacemos, y lo más importante, explicar que no lo necesitamos para ser salvos. Admiten que Jesús tiene razón al decir que debe ser secreto, les parecen interesantes nuestras razones para ayunar, pero con cara de: «¡¿Estudié tanto árabe para esto?!» tengo que conformarme con su silencio acerca de no necesitarlo para la 79

salvación. Es que ellos lo llevan en la sangre, y en eso radica lo difícil: no creen que Jesús murió. Pero este es un tema para otra carta.

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Carta

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Apedreando a Satanás

L

A SEMANA PASADA fue la fiesta del Sacrificio del cordero en el mundo islámico. En esta fiesta, como alguna vez escribimos, cada familia compra un cordero, lo lleva de alguna manera a su casa o departamento (haya ascensor o escaleras), lo tiene durante un par de días (en un balcón si se vive en un edificio) y lo mata recordando el sacrificio que hizo Abraham con su (para ellos) hijo Ismael.

Pero esta no es la única ceremonia que se hace en este tiempo. También es el momento de ir a la ciudad santa (para los musulmanes) de La Meca. Este viaje, no sólo es uno de los Pilares del islam, sino que además oficia de purificador de los pecados (si Jesucristo no hubiese muerto, muchos de nosotros deberíamos tener residencia permanente allí). Volviendo a lo nuestro, o mejor dicho a lo suyo, obviamente no es un viaje más; toda persona que lo realiza tiene jerarquía y prestigio dentro de la comunidad; automáticamente se lo llama de otra manera y tiene el derecho de llevar una especie de 81

sombrero blanco para que pueda ser distinguido por los demás. Por este motivo, en muchos casos, los ahorros de toda la vida son usados para este viaje. No importa cuán pobre se sea, ese viaje es el sueño del pibe. Sin embargo, este peregrinaje no sólo tiene beneficios directamente personales; el paquete incluye la nada despreciable y por muchos deseada, oportunidad de apedrear a Satanás. Y esto, aunque parece complicado, es bastante fácil. Después de pasar por el lugar donde está la Piedra Santa (a la que ya se han referido muchos autores) los peregrinos van a un campo, en cuyo centro hay una especie de edificación, y en la que habita, o por lo menos pasa un par de días: el diablo. Y entonces, llega un momento (esperado por todos los que creen, y envidiado por todos a los que nos gustaría pensar que con una docena de piedras el enemigo se dejará de molestar) en el que todos arrojan piedras a la casa de Satanás. La euforia es enorme (y no es para menos): estar cara a cara, o cara a casa, o cara a lo que sea con Lucifer, no es algo que ocurra todos los días, y si además, es para apedrearlo, entonces hasta el más ateo dudaría en dejar alguna piedrita sin tirar. Pero bueno, el trabajo es que puedan entender que deben cambiar esas piedras por los tres clavos que derramaron la sangre del verdadero Cordero. Y en eso estamos y nos maravillamos de la misericordia divina, porque sólo por eso, es que podemos participar de la transformación que se está dando en una chica que ha reemplazado sus piedritas por los tres clavos, y por la forma en que cada día, Él se encarga de mostrarle la manera (real) en que esos tres clavos deben tirarse para enfrentar al enemigo. 82

Carta

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Canjeo glorias y honores por un jamón en buen estado

M

E RESULTA SUMAMENTE difícil entender qué es lo que se espera de un simple misionero que regresa a su país luego de estar tres años en el campo musulmán. Sin embargo, es sencillamente imposible alcanzar, siquiera, un diez por ciento de la imagen que mi gente tiene de los que estamos trabajando en los países musulmanes.

El 11 de septiembre de 2001 no sólo ha marcado el comienzo de una nueva etapa de odios y rencores, sino que ha valuado (¿puedo decir sobrevaluado?) el ministerio dentro de los países de la que llamamos la ventana 10/40. Obviamente, no les puedo decir que me desagrada ser considerado extremadamente cercano al apóstol Pablo, aunque sin llegar a ser falsamente humilde uno se considera mucho más cerca de Judas, y no precisamente Tadeo. 83

A veces es bueno que me tomen como modelo (lástima que son los que no me conocen), y en esto existe cierta coincidencia, ya que cuando uno llega, también se siente un modelo, pero para desarmar. Luego de haber estado tres años trabajando en el mundo musulmán, a uno le da cierto prestigio dentro del ambiente evangélico, y lo bueno de ese estatus es que muchas veces se consiguen buenos descuentos en librerías cristianas, médicos cristianos, laboratorios y todo tipo de prestaciones que brinden mis hermanos en la fe. Sin embargo, lo que más necesitaría, teniendo en cuenta la dificultad de conseguirlo en el país islámico donde vivimos, es que el almacenero de la esquina me regale (o aunque sea me dé a crédito) unos cien gramitos de jamón. Con esto no quiero decir que no valoro todo el material cristiano que las librerías ponen a mi disposición cada vez que las visito, no, nada de eso; lo que estoy diciendo es que el almacenero de la esquina no valora de la misma manera toda esa bibliografía para poder canjeármela por un buen pedazo de jamón. En este sentido, fue fundamental el recibimiento de nuestra iglesia enviadora, que además de las inyecciones de autoestima, nuestros hermanos entendieron perfectamente lo que necesitábamos, y gracias a ellos, los productores de cerdo de nuestro país han podido superar la crisis económica por la que estaban atravesando. Por otro lado, no puedo responder a la pregunta general de lo que podría necesitar un misionero que vuelve de un país islámico; sólo puedo hablar de lo que nosotros experimentamos, y en nuestro caso, no estuvo nada mal ver que la autoestima se elevó unos centímetros dentro del pozo en el que estaba sumergida. Claro, luego de vivir en un país 84

latinoamericano en el que el evangelio avanza de manera interesante, el llegar a la tierra de los hijos de Ismael, y ver que todo allí es muuuuuuuucho mááááááááás leeeeeeeeeeeeeento o estático, la autoestima de cualquier mortal alcanza niveles cucarachíticos (pero las de los caños) y, si a eso se le suma que para (apenas) comunicarse con la gente uno pasa todo el día estudiando árabe, aunque estudiando es un eufemismo de «intentando», que a su vez es un eufemismo de «llorando», que a su vez es un eufemismo de «enloqueciendo», que a su vez es un eufemismo de «ganas de tirar la chancleta teniendo»; no viene nada mal que a uno le reanimen ese sentimiento de seralguienidad que todos llevamos dentro. De todos modos, para evitar que la autoestima supere los niveles normales de cristiandad, siempre uno se encuentra con personas que como no conocen la realidad social (por lo tanto, religiosa) de los países islámicos, y/o simplemente no tienen ni idea de cómo empezar una conversación con un misionero, hacen la fatídica preguntita: «¿Cuántos perdidos musulmanes han recibido a Cristo y se han salvado de las llamas del infierno a través tuyo?». Es en ese momento en que vuelvo a juntar los pedazos de autoestima que se acaban de desparramar por el suelo mientras explico la realidad social del país islámico y me doy cuenta que durante todo el tiempo que enviamos informes misioneros, además de mis padres, son pocos los que prestaron atención a los mismos. Pero lo peor, es que la persona, luego de escuchar una explicación que me llevó tres años aprender a base de sangre, sudor y lágrimas, me contesta un: «¡Aahh!», que en el lenguaje evangélico latinoamericano significa: «Disculpe, pensé que estaba hablando con una persona llena del Espíritu Santo». 85

Más allá de todo esto damos gracias a Dios por los cambios que nos permitió ver en la vida de varias personas, pero eso es tema de otra carta. Para terminar, no paramos de sorprendernos de cómo nuestro Señor nos ha bendecido y cuidado durante todo este tiempo a través de nuestros hermanos, y mucho más ahora, en nuestro período de descanso. Les agradecemos todo su apoyo.

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Carta

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Hay algo raro en Ramadán

H

OY FUE EL último día del mes de Ramadán. Como muchos de ustedes saben, durante este mes, los musulmanes ayunan desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Lo hacen, porque se supone que en este mes, Mahoma recibió el Corán, y la mejor manera de recordarlo es ayunar doce horas por día.

Después de los once meses correspondientemente intermedios, nos habíamos olvidado lo que era vivir el mes de ayuno de Ramadán, y los últimos días nos vimos obligados a recordarlo. Durante las horas del religioso ayuno musulmán, hacemos malabares para que la gente no nos vea comer, tomar agua, mascar chicle, ni tragar saliva. Y cuando viene alguna visita inesperada en el horario de nuestra normal comida, necesitamos que el tiempo que tardan nuestros pies en llegar a la puerta de calle sea mayor al que se necesita para hacer desaparecer los platos de la mesa y para que el último bocado, empuje todo lo que le precede hacia el estómago. Nosotros no cumplimos con el mes de Ramadán, y por lo tanto, evitamos 87

comer en su presencia para no hacerlos sufrir más de lo que sufren; aunque siempre uno está tentado a ejemplificar la libertad en Cristo comiendo una jugosa pata de pollo delante de ellos, pero creo que esa no es la manera. Nuestra decisión de no cumplir con el rito del Ramadán se basa en dos motivos: el primero es que los cristianos nacionales no lo hacen, pues éste ayuno es uno de los Pilares del islam, y por lo tanto, quieren diferenciarse (en ese sentido) de los demás. El segundo es que, al ser un Pilar del islam, tiene una connotación puramente religiosa que trasciende lo social. Por lo tanto, si nosotros ayunáramos, los cristianos de este país no entenderían por qué ayunamos si no somos musulmanes. Los musulmanes no entenderían por qué no somos musulmanes si estamos ayunando. Y nosotros no entenderíamos por qué ayunamos si estamos ayunando. De todos modos, hemos notado que, al revés de lo que pensábamos antes, en este mes, en lugar de ser más receptivos a los temas espirituales, se vuelven más duros (islámicamente hablando). El mes tiene un profundo significado religioso, es el mes (dicen) en el que Alá responde sus oraciones y se puede sentir en el ambiente, entre la gente, un «hoy soy más musulmán que nunca, y quiero que todos lo vean», y en ese sentido, creemos, que éste es un mes difícil en lo que, a compartir de Cristo, se refiere. Incluso en la iglesia nacional, que ha empezado este año en nuestra ciudad, los nuevos creyentes, tienen más problemas personales y familiares que les impiden reunirse con los demás. Es evidente que hay algo espiritual muy fuerte durante este mes, pero lo bueno es que dura treinta días y hoy es el último. Mañana volveremos al ritmo normal y a comer chicles durante el día. Cambiando de tema, hemos vuelto a las actividades

normales. Dentro de esas actividades, cabe mencionar el esfuerzo que volvieron a hacer nuestros oídos (después de cuatro meses de descanso misionero) para readaptarse en dejar llegar al cerebro, esos sonidos (a los que la mayoría los llama árabe) y que la gente se empecina en utilizar para comunicarse con nosotros. ¡Y qué decir de nuestra lengua!, que se las ve en figuritas para volver a dejar pasar los arábigos ruidos que intentamos producir desde la desacostumbrada garganta y que son necesarios para hacernos entender por estas regiones. Saliendo ahora del eterno estudio del árabe y siguiendo con las actividades, decidimos darle al colegio en el que estamos trabajando un pequeño empujón al siglo XXI. Esto es: hemos conseguido dinero para instalar tres computadoras con acceso a internet. Eso puso muy contentos a los estudiantes, profesores y autoridades. Y más allá de lo que implica a nivel cultural y social este paso dado por un colegio en una zona rural, lo importante es que la imagen que tienen de los cristianos está mejorando a pasos agigantados, por lo cual, hemos decidido ser más directos en cierto tipo de comunicación. En este sentido nos hemos propuesto como meta entregar videos de Jesús a cada uno de los alumnos más avanzados de español. Aprovechando la Navidad, nuestra idea es explicar lo que significa para nosotros y ¿qué mejor manera de hacerlo que mostrarles la película de la vida de la persona que cumple años ese día? Creemos que las relaciones con los estudiantes y nuestros amigos de ese pueblo están lo suficientemente fuertes para que acepten la película sin grandes complicaciones.

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Carta

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A la iglesia con el perro

S

HNÚ CAN HADA?» (¿Qué fue eso?) es lo que muchos se preguntaron en el barrio cuando escucharon un alarido que venía desde la casa de los extranjeros. Es que, comenzando la noche, se había sentido un estruendoso: «¡Aall ffiiinn!».

Como todos sabrán, a estas alturas, en un país musulmán la iglesia nacional es lo que se llama una iglesia secreta o subterránea; por tal razón, siempre se trata de minimizar la presencia de extranjeros para evitar levantar sospechas (bastante ciertas, por cierto) de que el extranjero está evangelizando o enseñando doctrinas falsas (por cierto, estas son las que no son tan ciertas). Y como la policía nos tiene bastante controladitos, tratamos de no asistir o ser disimulados a la hora de entrar a una casa en la que ya están reunidos varios nacionales, poniendo cara de: «Pasaba, vi luz y subí», aunque en árabe, esa misma cara dice: «Cunt canduz, sheft do u tlat». 91

Además de eso, la idea es que la iglesia local, sea justamente eso: una iglesia local y autóctona de aquí, y no una iglesia local de otros locales no autóctonos, caracterizados por un árabe con ciertos extranjerizados matices, o sea, los misioneros. Por eso, para conservar la localidad y la autoctonalidad de la iglesia local, los líderes nacionales quieren que en las reuniones el porcentaje de locales autóctonos sea bastante superior al porcentaje de locales no autóctonos. Lamentablemente, nosotros estamos en el equipo de los no autóctonos; por lo tanto, desde que llegamos a este país, si bien participábamos en algunos eventos importantes, apoyábamos en todo a los que estaban trabajando en la iglesia y participábamos del discipulado de algunos nuevos cristianos, no podíamos asistir regularmente a las reuniones para evitar todo lo que está escrito en los párrafos anteriores. El tema es que una noche suena el teléfono y nos dicen que se habían reunido los líderes de la iglesia local, autóctona, nacional, etcétera, y nos dicen que a partir de ese día ya podíamos participar de las reuniones locales, autóctonas y nacionales. Y allí vino el alarido, que por estos lares, fue muy local, autóctono y nacional. Tres años esperando este momento (como arquero suplente que entra justo para atajar un penal), tres años sin saber qué hacer un domingo a la tarde (como Argentina, cuando fue eliminada del mundial), tres años sin congregarnos (como el hijo pródigo fuera de su casa), tres años aprendiendo lo local, lo autóctono y lo nacional (como un niño que empieza a conocer el mundo), tres años estudiando el árabe (comoooo... bueno, eso no tiene comparación con nada). Muy equivocado está el tango que dice «Veinte años no es nada», ¡esos tres años fueron de chicle! Por fin llegó el momento de congregarse. 92

¡Llegó el momento de sentirse más parte del pueblo de Dios en este país! ¡Llegó el momento de alabar en árabe, de escuchar el sermón en árabe, de leer la Biblia en árabe! ¡Uy! ¿Habrán sido suficientes esos tres añitos? Eso sí, en figuritas nos las vamos a ver cuando tengamos que preparar algún mensaje en árabe (cuando pienso en esto me tiemblan las manos, lo bueno es que ustedes no lo pueden ver y por lo tanto no lo saben). Las primeras veces, alguna que otra falsa doctrina se nos escapará. Y, como para muestra basta un botón, sepan que las palabras «perro» y «corazón» son desgraciadamente indistinguibles para un par de oídos y lengua latinos (esto es: difíciles de diferenciar cuando se las oye y muy fáciles de que los demás entiendan perro cuando uno está claramente hablando del corazón); así que, en más de una ocasión pediremos a los feligreses que se presenten ante el Señor con el perro limpio y/o le entreguen su perro a Jesús, lo cual es bastante cercano a una herejía. Herejías aparte, es un momento muy especial para la iglesia en nuestra ciudad, porque el próximo domingo cumple un año de vida, que lo celebraremos de la manera más secreta y ruidosa posible, pero conservando su nacionalidad, localidad y autoctonalidad. Cambiando de tema, ya tenemos el acuerdo para ir a trabajar al norte. Y en este sentido, parece que Dios está abriendo una puerta en esa región, pues hemos tenido algunas reuniones, y de hecho logramos un preacuerdo con una organización nacional que trabaja por los derechos de la mujer. Las responsables de la organización nos han solicitado equipar una sala de informática, una biblioteca y dar clases de español en una ciudad del norte. Y por tal motivo nos han pedido residir en la región. 93

Mientras teníamos la reunión, lo complicado era no dejar que la cara de póquer de: «¡Ah, ah, qué interesante vuestra propuesta!» dejara su lugar a los desaforados gritos: «¡Señor, no puedo creer lo que estás haciendo!» Estamos sorprendidos de la manera que Dios está confirmando las cosas. Si Él quiere, nos mudaremos en agosto, y a empezar de nuevo: otra ciudad, otra gente, otro dialecto, otros autóctonos, otros policías, otros etcétera. Sabemos que Dios tiene pueblo en esa ciudad y estamos ansiosos por ser parte de él. Lo bueno es que ahora seremos enviados por nuestra nueva iglesia, lo que le da a la misión un toque local, nacional y autóctono.

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Carta

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Mirando un bautismo sentado en un bidé

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PESAR DE la

cantidad de películas y libros que cuentan historias de casos semejantes, muchas jóvenes occidentales sólo escuchan los sentimientos de su corazón en el momento que conocen a un hombre musulmán, ignorando que, al casarse (a menos que se conviertan al islam) pierden los derechos sobre sus bienes, su persona y sus futuros hijos. Una joven latinoamericana había conocido a su actual marido mientras estudiaban juntos en una universidad europea. Se casaron y vinieron a vivir a este país. Al volver a su tierra, el hombre se volvió más musulmán, y ella siguió con su catolicismo nominal, sin saber que eso le costaría el desprecio de su familia política, la imposibilidad de educar a sus hijos de alguna otra manera que no sea la ley islámica y, por lo tanto, la pérdida de sus derechos como madre. Cuando entendió lo que ese casamiento significaba, ya era demasiado tarde. Sus hijos crecían y ella veía como no podía ejercer ningún tipo de 95

autoridad sobre ellos. Era la familia de su esposo la que tenía el control de su educación. Sin embargo, tampoco quería tomar la decisión de convertirse al islam para solucionar sus problemas. Por lo que vivió amando a un hombre con el que estaba arrepentida de haberse casado y con un profundo sentimiento de desesperanza hacia el futuro. Luego de algunos años, esta mujer conoce a una de nuestras compañeras de equipo, con la que empieza una buena amistad. Esta relación permitió que nuestra compañera le hablara de la verdadera esperanza de vida y que ella conociera a Jesús como su Salvador. Y ahora, aunque su situación familiar es la misma, esta mujer sigue creciendo en el Señor y se siente mucho más acompañada por Aquel que nunca la dejará. Pero claro, después de un tiempo, llegó el momento del bautismo. Se tenía que hacer en secreto (y rápido) para que su familia (esposo e hijos) no lo supiera y no tener así problemas con la policía. Ella quería ser bautizada por su discipuladora, y como en este país no hay muchos bautisterios que digamos, se decidió bautizarla en la casa de nuestra compañera. Y, en general, él único lugar en un departamento en donde se puede bautizar a alguien es en... ¡el baño! El tema es que en un baño no entra mucha gente, y los que pudimos entrar, teníamos que acomodarnos como podíamos, así que el único lugar que encontré para disfrutar de este momento fue sentado en el bidé. Seguramente, el fabricante de este tan apreciado artefacto, nunca pensó que también se le podía dar este uso. Fue un momento muy emotivo, igual que un culto normal de bautismo en nuestra iglesia, sólo que en el baño. Las únicas diferencias fueron que no pasamos ofrenda y que el asiento en el que yo estaba no tenía para apoyar el himnario.

Cambiando de tema, hablemos un poco de nuestros proyectos. Como ustedes saben, empezamos a visitar el norte buscando un lugar para establecernos en el futuro. Esta región es muy dura para el ingreso de extranjeros, y de hecho, no hay misioneros. Por eso, en nuestra mente se produce un constante enfrentamiento entre: «¡Guau, seremos los únicos!», y: «¡Uy, seremos los únicos!» Sin embargo, sabemos que hay algunos cristianos que siguen los cursos por correspondencia, pero no tienen contacto entre sí ni con otros cristianos. Por eso, debemos ir con cuidado, pues no sabemos qué tan convencidos están, y tampoco podríamos poner un aviso en el diario del pueblo que diga: «Se busca cristiano nuevo, nunca musulmán», porque no daría buenos resultados. En las próximas cartas les contaremos cómo van las cosas.

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Cigüeñas Air Lines anuncia la partida de su vuelo

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a un nuevo país (dicen algunos) se produce algo similar a un parto, por el cual esa persona se introduce a la nueva cultura como un recién nacido. A nosotros, unos simples y mortales latinos, la caída desde la cigüeña en este país musulmán nos llevó tres años y medio. UANDO ALGUIEN LLEGA

Tres años y medio nos costó nacer a una nueva cultura, a un nuevo idioma (aunque de vez en cuando necesitamos volver a la incubadora), a nuevas comidas (con la correspondiente anulación de la mano izquierda para comerlas), a nuevas formas de relacionarse (les aseguro que fue un parto acostumbrarse a caminar por la calle tomado de la mano de otro hombre), a un nuevo trabajo (en este sentido es bueno aclararles que ya superé la crisis que se produjo por mi muerte como profesor de matemática que dio lugar a mi nacimiento como profesor de español, lo que todavía no pude superar es la pregunta; ¿por qué pasé tantos años estudiando matemática?). 99

Y ahora, que recién estamos superando el trauma postparto, tenemos que mudarnos a otra región, tenemos que volver a nacer (o mejor dicho caer). La nueva ciudad es muy distinta a la maternidad (léase la ciudad donde estamos viviendo ahora) que nos recibió cuando llegamos. Es otra gente (aun siendo musulmanes, los bereberes se sienten muy distintos a los árabes), otro idioma (el bereber es diferente al árabe, aunque algunos también hablan árabe y español, por lo que no necesitaremos incubadora), otros códigos; en definitiva, otra cultura y otra caída desde la cigüeña. Como ustedes saben, ya hemos firmado el acuerdo con una asociación nacional para trabajar en el desarrollo de la mujer bereber en el norte de este país. Si conseguimos los fondos necesarios, haremos el mismo trabajo que estamos haciendo ahora: equipar una biblioteca, dar clases de informática, de educación sanitaria y de español a un sector doblemente marginado (por ser mujeres y bereberes) de esta sociedad. Este proyecto, que apunta al desarrollo de las mujeres en una provincia donde el analfabetismo femenino se sitúa entre el ochenta y cinco y el cien por ciento, nos permitirá también tener residencia para permanecer en la región. Una región que además de estar muy controlada por la policía, ya que los intentos de golpe de estado contra el anterior rey se originaron allí, es una de las menos desarrolladas del país, pues el gobierno, de mayoría árabe, no invierte en una región donde los árabes son minoría. Si Dios quiere, nos mudaremos a principios de agosto para empezar el trabajo en septiembre. Es una puerta enorme que Él ha abierto, pues sabemos que hay contados cristianos en esa

área y lamentablemente (ya sea por miedo o por desconocimiento) no se reúnen; por eso, la iglesia local de la ciudad donde vivimos ahora, nos envía con la idea de formar un grupo estable en la nueva región. Por otro lado, podemos decir que estamos muy agradecidos al Señor por los tres años y medio de parto que tuvimos en la actual ciudad. Nuestro árabe nos permite no morirnos de hambre, nos sentimos cómodos en la cultura, todos nuestros contactos personales han sido confrontados con el verdadero cristianismo. En muchos sentidos y lugares, fue una tarea de preparar la tierra sacando piedras (algunas muy pesadas y otras despertaban el deseo de arrojárselas por la cabeza a más de uno) y en otros, el Señor nos permitió participar en el crecimiento de su iglesia local. En estos tres parturientos años vimos su mano, muchas veces, directamente sobre nosotros (como es su costumbre) y otras, a través de ustedes (como es su costumbre). Un motivo más de agradecimiento, y por el cual nos regocijamos con ustedes, es que Dios ha abierto dos nuevas iglesias en sendas ciudades del país; entendiendo por iglesia a un grupo casero que se reúne en secreto. Cada vez son más las ciudades de este país musulmán en las que lo sembrado por los que nos precedieron está dando su fruto. Les agradecemos mucho su fidelidad al participar en esta tarea y les recordamos que los amamos un montón.

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Un mes y medio

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ERDÓN POR LA demora en mandar noticias nuestras, pero esto de instalarnos en esta nueva región del Norte de África, nos ha tomado un buen tiempo. En estos cuarenta y cinco días que llevamos en la ciudad hemos estado un día para averiguar los precios de las cosas, otro día para decidirnos a comprarlas y los otros cuarenta y tres para pelear los precios de las cosas que al final terminamos pagando al precio de amigo, lo que significa sólo a un cien por ciento de su valor real.

En estos cuarenta y cinco días hemos experimentado la diferencia entre ésta, y la cultura de la otra ciudad donde vivíamos antes. Ya nos habían dicho lo cerrados que son en esta región, y ahora ya sabemos que algo más cerrado que un musulmán es otro musulmán más cerrado que el anterior. En estos cuarenta y cinco días hemos sido la continua atracción del pueblo. Esto nos hace extrañar la tranquilidad de la otra ciudad donde vivíamos, pues al ser una ciudad grande y 103

cosmopolita, básicamente hacíamos nuestra vida (dentro de los parámetros musulmanes), pero en esta pequeña ciudad, todos miran lo que hacemos, participan en nuestro diario vivir, se ríen de nosotros, opinan, corrigen y en más de una ocasión se hacen merecedores de la más exterior de nuestras sonrisas, junto con el más interior deseo de agarrarlos por el cuello. Lo peor es que hablamos con nuestros amigos de la otra ciudad donde vivíamos y nos dicen que nos extrañan mucho; eso por un lado nos alegra porque ha quedado una huella importante en sus vidas, pero por el otro, nos da ganas de volver, olvidando estos cuarenta y cinco días. En estos cuarenta y cinco días hemos tenido nuestros primeros cultos dominicales en solitario como familia. Como no conocemos otros cristianos a varios cientos de kilómetros a la redonda, los domingos nos reunimos (para no perder la costumbre) y celebramos, los tres, un culto normal con canciones, oraciones, la cena del Señor y una meditación de la Palabra. Lo bueno es que todos los asistentes llegamos a horario a la reunión; lo malo es que no sabemos que hacer con la ofrenda que juntamos. Tampoco hubo problemas en la distribución de los ministerios, yo soy el pastor, mi esposa la encargada de la escuela dominical y nuestra hija la diaconisa. De todos modos, nuestra continua oración es que Dios permita aumentar la cantidad de miembros de pequeña iglesia (por ahora) familiar. En estos cuarenta y cinco días, no sólo nos hemos instalado nosotros, sino que también los materiales que utilizaremos en el trabajo de capacitación de las mujeres de la región. Recibimos una donación de computadoras, dinero para equiparlas y comprar libros, lo que nos da la posibilidad de

poder bendecir a las mujeres de esta ciudad (en su mayoría analfabetas) y dar credibilidad a nuestra permanencia en esta región. «¡Hamduliláh!», dicen ellas; «¡Alabado sea Dios! —decimos nosotros— por estas computadoras que han llegado». «Munasaba mesiana bash ntalemu ialamiat» («Una buena oportunidad para aprender informática») —dicen ellas—, «Munasaba mesiana bash ttalemu ala el mesiah» («Una buena oportunidad para aprender de Cristo») —pensamos nosotros). En estos cuarenta y cinco días hemos visto una nueva puerta que Dios nos ha abierto para relacionarnos con jóvenes; parece que la idea de estudiar informática y español, también usa pantalones y por lo tanto, se han anotado algunos jóvenes que ven en esto, una buena ocasión para progresar. Por tal motivo, queriendo también aprovechar esta puerta, abrimos dos cursos mixtos. La solución, más sencilla que salomónica, fue que mi esposa dé clases en los cursos femeninos y yo en los mixtos. Los estudiantes están muy entusiasmados, tenemos alrededor de setenta alumnos en los distintos cursos (entre mujeres, adultos y jóvenes) y nuestro mayor deseo es que Dios nos ayude a impactar en sus vidas como lo ha hecho en nuestro anterior lugar de trabajo, sólo que aquí, recién llevamos... ¡cuarenta y cinco días! Muchas gracias por todo su apoyo.

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Deberías pegarle a tu esposa

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NA PAREJA DE compañeros nuestros vivió una experiencia interesante cuando, en una ocasión, nuestra compañera hizo lo contrario a lo que su marido le había pedido; entonces una amiga musulmana del matrimonio que estaba presente, no tuvo mejor idea que sacar a relucir su fe islámica y aconsejar a nuestro amigo, diciendo: «Deberías pegarle a tu esposa para que aprenda».

Como ya les escribimos en alguna otra carta, es normal (y recomendable por el islam) pegarle a las mujeres que se portan mal (y no aprenden), a los alumnos, a los que piensan distinto, a los que creen en otra cosa, a los que no entienden, a los que miran mal, a los que no pegan cuando hay que pegar, en fin, la lista es demasiado larga para incluirla en esta carta. En esta zona del Norte de África, donde nos hemos instalado hace tres meses, el castigo corporal y el ojo por ojo y diente por diente islámicos se practica con mucha más fiereza. 107

De hecho, en algunas aldeas de las montañas, todavía se siguen con el vida por vida en las peleas entre familias. Desde que llegamos, estamos enseñando informática y español en una asociación que trabaja por los derechos de las mujeres de esta región. En total tenemos alrededor de ochenta y cinco alumnos, de los cuales el setenta y cinco por ciento son mujeres que no tenían acceso a computadoras ni a educación. Pero más allá de los números, lo importante es que los estudiantes están notando la diferencia que hay con el resto de los profesores que alguna vez han tenido. Y este sentir se refleja en frases como: «Usted ha sido la profesora más simpática de toda nuestra vida», «Realmente ustedes son santos». La diferencia, no sólo se ve en que no les pegamos a nuestros alumnos (aunque hay veces en que nos gustaría hacerlo) y el respeto por las personas (y por la mujer), sino que hay algo distinto que marca esa diferencia. Nuestra oración (y sabemos que la de ustedes) es que: «Eso distinto» deje de ser distinto en sus vidas. Para ejemplificar lo que está ocurriendo, cada día nos sorprendemos con las inquietudes y preguntas que las alumnas le hacen a mi esposa. Al responderles, ha tenido oportunidad de explicarles cuál es el verdadero ayuno que Dios quiere (esto fue en el mes de ayuno musulmán) y que para Dios lo más importante no es que la mujer use el hijab (el velo de la mujer musulmana) sino, presentarse ante Él con un corazón puro. ¡Imagínense musulmanes haciendo esas preguntas a cristianos! Normalmente, los musulmanes hacen preguntas similares con ánimo desafiante, sin embargo, en estas ocasiones pudimos ver un sincero deseo de saber, pues al terminar la charla sobre el ayuno, una estudiante, delante de todas las demás, exclamó: «¿Ven? Los cristianos tienen razón».

En fin, ahora se acerca la Navidad. Para la gente de esta ciudad es una día más y algunos pocos sólo saben lo que ven en alguna película. Les pedimos que estén orando para que Dios nos dé las palabras y la gracia necesarias para explicar su verdadero significado, sin necesidad de tener que pegarles para que lo entiendan.

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Aprendiendo a caminar en Navidad

A

escribimos diciendo que el adaptarse a una nueva cultura era como un largo parto donde uno nace a un mundo distinto. Pues bien, luego de un año de parto, cesárea, nacimiento, golpes, gritos y cambios de pañales, estamos dando los primeros pasos en esta, nuestra nueva cultura. Por supuesto, y como todo bebé de un año, apenas sabemos hablar el nuevo idioma, pero ya sabemos decir: «Papá», «Mamá», «Déme un pan y un litro de leche». LGUNA VEZ LES

Se acercan las fiestas y aquí como si nada ocurriera. En este país musulmán, la Navidad se vive como un día más; y sólo mirando el calendario nos damos cuenta del día en el que estamos (que también sabemos cómo se dice en el nuevo idioma, pues milagrosamente se dice igual que en árabe). De todos modos tratamos que las personas que nos rodean (alumnos, amigos, etcétera.) vean que (y por qué) es un día especial. 111

Por eso, aprovechamos esta fecha para dar los primeros pasos, y haciendo uso de la maravillosa autoridad árabe del rango de profesores, nuestros alumnos vieron el principio de la película Jesús (como actividad de clase, claro) y recibieron una tarjeta con Isaías 6:9 donde se anuncia el nacimiento del Consejero y Dios fuerte. No sabemos de qué manera Dios utilizará esto, pero estamos seguros que, para muchos de ellos, es la primera vez que lo leen. Y en ese sentido estamos empatados, porque es la primera vez que lo hacemos. Pero no somos los únicos que estamos aprendiendo a caminar en esta fecha. Una amiga nuestra, decepcionada con el islam, nos pidió una Biblia y tener encuentros para estudiarla. Pero claro, como nuestra nueva lengua va más despacio que nuestras ganas, y como para que el milagro sea perfecto, esta chica, habla perfecto español. El tema es que junto con esto viene la siempre presente pregunta: «Entonces, ¿para qué estudiamos el nuevo idioma?» En fin, pan y leche siempre hay en nuestra casa. Pero los primeros pasos no terminan allí; como algunos de ustedes saben, hace un mes empezamos a tener encuentros con personas cristianas de la región. En total, son seis los cristianos nacionales con los que nos reunimos: â

Un matrimonio de esta región.

â

Un joven árabe de otra ciudad que vino a trabajar como profesor en un colegio de aquí.

â

Y una mujer y sus dos hijas (también árabes) que está trabajando en esta ciudad.

Todos ellos recibieron a Cristo mediante los cursos por correspondencia hace algunos años, pero (excepto el joven) no habían tenido contactos con otros cristianos de la región. De

maneras distintas nos conectamos con ellos y acordamos empezar a reunirnos regularmente. Por ahora los encuentros son en árabe, pues sólo la mitad de ellos habla la otra lengua («entonces, ¿para qué la estudiamos?», perdón no puedo vencerla); por eso, suponemos que todavía es temprano para hablar de una iglesia en esta ciudad, pero estamos más cerca que antes. De todos modos, iglesia o no, este fin de semana celebraremos la Navidad, y será la primera Navidad para cinco de ellos. ¡Les deseamos una muy feliz Navidad!

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Herederos del caballo de Abraham

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que pasar. En realidad, supongo que habrá pasado otras veces, pero nunca tan terrible como esa vez. Nadie entendía lo que yo estaba diciendo, y yo no entendía lo que no entendían; ni por qué sus miradas tenían una rara mezcla de: «¿Qué estás diciendo?», con «No sabía que eras un hereje». LGÚN DÍA TENÍA

Esto ocurrió en una de las reuniones que tenemos todos los domingos con los cristianos nacionales en esta ciudad; estaba compartiendo el pasaje de Génesis 12 que habla sobre la promesa hecha a Abraham, y que nosotros como cristianos, somos herederos de esa promesa. Pero en el árabe de este país «promesa» se pronuncia algo así como uad, y «caballo», aud, es decir, con los sonidos (similares a las dos vocales) invertidos. Por alguna razón del destino, destino que compartimos con este idioma desde que 115

nuestros caminos empezaron a cruzarse, ese día mi lengua no tuvo mejor idea que invertir las vocales y decir, en perfecto árabe, que: «Somos herederos del caballo de Abraham». Allí se produjo el múltiple problema: algunos no entendían lo que decía, otros pensaban «¡¿Qué nueva herejía es esta?!», y supongo que algún otro habrá pensado: «Si heredamos un caballo, debe estar atado en algún sitio, vamos a buscarlo». Lo peor, es que recién al final de la reunión me di cuenta del error, así que poco importa todo lo que dije antes o después: el caballo se llevó el mensaje al galope. Pero bueno, de todos modos, no siempre hablamos de caballos en las reuniones y sabemos que son de bendición para los cristianos que vivimos en esta ciudad: entre siete y diez nacionales de otras ciudades que trabajan en esta zona y entre cinco y ocho extranjeros de otros países que trabajan en esta zona. Las reuniones siguen siendo en árabe porque sólo hay dos rifeños entre los cristianos y los demás no entendemos rifeño como para poder diferenciar entre un caballo y una promesa. Para todos los que vivimos aquí, es una enorme alegría poder alabar y escuchar la Palabra de Dios en esta región en la que por muchísimo tiempo no vivieron cristianos. Lo malo de esto es que los que nos reunimos no sabemos nada de música, y lo bueno, es que no sabemos nada de música; así que nadie se da cuenta de lo mal que cantamos. No pregunten quién dirige las alabanzas.

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Alentador alentado por un alentado alentador

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S ABSOLUTAMENTE CIERTO!:

«La iglesia perseguida es más fuerte» y si no me creen (y saben árabe), pregúntenle a Hassan, un joven amigo nuestro, que por ser cristiano fue detenido, interrogado y torturado, para luego ser puesto en libertad por la policía de este país. Como queremos estar dentro del grupo de la derecha (Mateo 25:34), fuimos a verlo a su casa para alentarlo, pensando que sabía lo que eso significaba. Nos contó todo lo que la policía le había hecho: lo golpearon, le pidieron nombres de otros cristianos, le revisaron todos sus efectos personales y lo soltaron diciendo que lo estarían vigilando. Ante este panorama, y luego de darme cuenta de que tenía la más absoluta inexperiencia sobre qué decir en esta situación, sólo pude quedarme callado escuchando lo que me decía Hassan, mientras oraba a mil kilómetros por hora pidiéndole a Dios: «¡Háblale a través de mí, háblale a través de mí!». 117

Pero parece ser (algo a lo que me estoy acostumbrando) que Dios le contestó más rápido a él y luego de contarme todo lo que le habían hecho, me dijo: «Esto me ha fortalecido muchísimo en mi fe, me ha dado más ánimos de seguir en el Camino y que otras personas puedan seguirlo también». Automáticamente, los mil kilómetros por hora de oración se cambiaron por: «¡Háblame a través de Hassan! ¡Háblame a través de Hassan!». Y entonces, en ese momento, se me ocurrió la primera frase profunda de la tarde: «Voy a venir más seguido a verte, sobre todo cuando me sienta triste». También me dijo que esa semana tuvo exámenes en la universidad y que Dios lo ayudó a aprobarlos a todos. Llegó entonces mi segunda frase profunda: «¡Gracias a Dios!». Y también me dijo que ahora tenía ganas de estudiar español. «¡Qué bueno!», fue la tercera frase profunda, pero esta vez, dicha en la lengua de Cervantes, mientras pensaba que yo necesitaría un par de golpes de la policía para ver si se me venían las ganas de estudiar árabe con alegría. No sé él, pero salí plenamente edificado de esa visita y sé que la próxima vez que esto ocurra, ustedes me ayudarán para encontrar la cuarta frase profunda que se pueda decir en estas situaciones. El que sí sabe qué decir, pero en una situación diferente, es otro amigo llamado Sulimán, que en una de las reuniones dijo: «Entendí que Jesús está vivo porque Él vino a mi pueblo sé que su amor es real y lo pude ver a través de los cristianos que fueron los únicos que nos ayudaron después del terremoto». Aceptarlo como salvador fue el siguiente paso. La reconstrucción de las casas abrió muchísimas puertas (y corazones), fue el milagro de Jesús para los que perdieron todo

y ahora veían con esperanza su futuro. El otro milagro es que hayamos podido poner dos filas de ladrillos alineadas. Además de esto, el grupo de los domingos sigue creciendo sabrán que esto es otro milagro considerando que dirijo las canciones. De todos modos, estamos pensando que para algunos nuevos hermanos (Sulimán, incluido), ya es tiempo de bautizarse, así que nuestro pedido es que el Señor nos dé sabiduría en esta decisión.

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Nos faltan las mujeres

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n la última carta les escribimos acerca de las puertas que se habían abierto como consecuencia de la reconstrucción de las casas. Pues bien, uno de los jóvenes que está trabajando en la construcción llamó un día a su papá y le preguntó si podía ser cristiano, como la gente con la que él estaba trabajando. Lo que no sabemos, es si le impactó el testimonio o si quería ser el primer cristiano en este país que era capaz de poner dos ladrillos alineados. Lo importante es que su papá le dijo que hiciera lo que su corazón le indicara, y parece que Alguien intervino en su corazón, y aceptó a Jesús como Salvador. Pero no fue el único, también un amigo suyo (aunque no le consultó al padre) decidió seguir el Camino, y junto con ellos, otro hombre de esta zona. Los tres se bautizaron y ahora forman parte de la naciente iglesia de la región. Las reuniones de los domingos van muy bien y este último tiempo se ha agregado Omar, un hombre al que hemos 121

invitado. Le gusta todo lo que se dice, canta las canciones (doble milagro si recuerdan quién las dirige), ora en el nombre de Jesús, pero todavía es musulmán. Estamos probando con esta estrategia de invitar a las reuniones a la gente que conocemos (esto es algo bastante impensado en un país musulmán), pero por ahora ha dado resultados, ya que los tres últimos bautismos fueron producto de invitaciones a musulmanes. Sin embargo, el problema que todavía no pudimos resolver es la falta de mujeres en las reuniones. Vienen los hombres pero las mujeres se quedan en casa. En esta cultura, la mujer busca distanciarse lo máximo posible de los hombres y, sobre todo, de los extraños. Son muchas las mujeres que no salen de sus casas, ni siquiera para ir al mercado. En algunas casas de esta ciudad la cocina está en la azotea, para que la mujer (cuando hay visitas) cocine en un lugar apartado del resto de la casa, y evitar así, que sea vista por los demás. La situación en el campo es peor aún. A menos que haya confianza (algo que nos cuesta muchíííííssssssiiiiimmmoooo), el contacto entre uno de nosotros y la mujer de la casa, es nulo. Además de eso, mientras los hombres de esta región hablan el árabe, las mujeres ni siquiera lo entienden, y entonces la comunicación se hace más complicada. Las misioneras que están en nuestro equipo, poco a poco van entrando en confianza con las señoras del campo; sin embargo, todavía estamos lejos de lograr un «ida y vuelta» en la relación. No podemos pensar en reuniones femeniles y nuestros medios no alcanzan para abarcar toda la tarea con las mujeres así que este es nuestro principal pedido de oración y de sugerencias de parte de ustedes. Los dejamos pensando.

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A partir de hoy, toda mi casa será cristiana

N

unca podremos olvidar esta Navidad. La idea fue hacer una gran fiesta: sería la primera Navidad para muchos, la primera Navidad que se celebraría en esta región en dos milenios. Queríamos enseñar su significado y festejarlo a lo grande. En este país, cuando se celebra algo importante, se mata un cordero, y como no queríamos ser menos… ¡compramos uno bien grande! Me ofrecieron matarlo, pero, como era de esperar, no me animé, y para profundizar aún más mi cobardía, yo era el encargado de sujetar las patas del cordero mientras otro lo degollaba. En fin, lo complicado fue encontrar el simbolismo entre el nacimiento del Cordero que quita el pecado del mundo y la muerte de este otro pobre corderito, para comérnoslo. Habíamos pensado que seríamos alrededor de treinta personas, pero grande fue nuestra sorpresa al ver caras nuevas. «¡Zas! ¡Colados!» —dijimos—; pero eran personas que habían sido 123

invitadas por los recién bautizados para que conocieran la verdad acerca de Jesús. Entonces, nuestra mente comenzó a debatirse entre la alegría del: «Ya se están reproduciendo» y el temor del «¡Uy!, ¿y si son policías que nos vienen a espiar?». Al final ganó la alegría de pensar que la pasión que causa Cristo no se puede frenar aunque un gobierno musulmán lo intente... pero igual preparamos una muda de ropa para nuestra primera noche en la cárcel. Gracias a Dios, todavía no la hemos usado. Sin embargo, el plato principal de la fiesta era la proyección de la película Jesús. Veinte personas vieron la película en su propio idioma, catorce de las cuales (todavía musulmanes) era la primera vez que la veían. Otros cinco, que ya la habían visto, no entraron, para dejar lugar a los demás. Queríamos ver su reacción (siempre presente en nuestras mentes el: «¡Están todos detenidos!»), sin embargo, el Espíritu Santo también participó en la fiesta y nadie se movió hasta que finalizó la película. Cuando todo terminó, uno de ellos dijo: «A partir de hoy, toda mi casa será cristiana». Más allá de lo teológico de la afirmación, al salir, todos agradecieron mucho lo que se compartió. Salían radiantes y con la esperanza de volver. Dios nos dio el regalo que tanto soñábamos: un grupo de nativos viendo por primera vez la película Jesús, cantando y escuchando el evangelio en su propio idioma, y festejando la Navidad por primera vez. La próxima fiesta será recordar la muerte y resurrección del Cordero. Y como para mantener nuestra incoherencia, seguramente la celebraremos viendo el nacimiento de un corderito. 124

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Pegando en la horita feliz

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n la última carta les dijimos que uno de los que había visto la película Jesús ofreció su casa para que hiciéramos reuniones en ella. No hizo falta que lo dijera dos veces, así que los sábados empezamos a hacer actividades para niños. Están viniendo unas veinte de estas personitas. Gracias a Dios, está Sandra que sabe qué hacer con ellas. En nuestro país, a estas actividades sabatinales infantiles las llamamos «horita feliz». Mohamed vive en un pueblo de las montañas y cuando el clima es agradable, la horita feliz la hacemos fuera de la casa, pero cuando hace frío, la tenemos que hacer adentro. Allí fue donde se nos complicaba, porque si hay mujeres en la casa no debo entrar; cuando entro para ayudar las mujeres salen; si me voy, entran; cuando vuelvo, huyen; si deciden venir, salgo; y cuando huyo, entran. Entonces, la horita feliz transcurría entre intervalos discontinuos de: «Vengo, toco y me voy» y la versión nativa del Gato y el ratón que en este idioma se dice: «Ameshish d' aghardá». No les puedo decir ahora quién era el 125

ratón, pero si estuviera en mi país la gente diría que esa actitud de las mujeres se debía a mi cara; sin embargo, lo que ocurre (además), es que en esta cultura las mujeres y los hombres (cuando no se conocen) no pueden estar juntos en la misma habitación. En fin, la solución llegó cuando decidimos que en el momento del Gato y el ratón, perdón, de la horita feliz, una de nuestras compañeras de equipo se quedara con las mujeres en otro cuarto enseñándoles a tejer. Entonces, a ese lugar, no entro (eso también se vería mal en mi cultura) y me quedo dando una mano con los niños. ¿Qué hacemos con los niños? Canciones, manualidades, juegos, clases de prevención de salud, lo típico en un pueblo; sin embargo muchos de los niños no hablan árabe y necesitamos que Mohamed nos traduzca del árabe a su idioma, y es tanto su entusiasmo que no sólo traduce, sino que también participa de manera activa respondiendo él las preguntas que les hacemos a los niños, y pegándoles a los niños que no prestan atención. Un sábado mientras estábamos enseñando una canción, los niños se estaban portando como suelen portarse los niños. Sandra dice que es normal, y yo también digo que es normal, pero el «normal» de Sandra no es igual a mi «normal». Sandra dice «normal» con una sonrisa y yo lo digo con una lágrima. Dejando de lado esta normal diferencia de apreciación de la normal conducta de los niños normales, la señora de la casa (madre de tres de esos niños) entró a la habitación y, como me conoce, no hizo falta que yo huyera (aunque esta vez quería hacerlo); pero no entró sola, lo hizo con un palito que le dio a Sandra, junto con la autoridad para pegarles a los que se portaban mal.

¿Ustedes se imaginan enseñando: «Cristo me ama» pegándoles a los niños para que la aprendan? Yo también me lo imaginé y me gustó la idea, pero Sandra, mientras cantaba, le explicaba que esa no era la manera y dejaba el palito lejos de los niños y (no sé si queriendo o no) lejos de mí. Con o sin palito, Dios está usando esta horita feliz. El sábado pasado vino la esposa del líder del pueblo; ella es musulmana, sabe que somos cristianos y aprobó que los niños del pueblo participen en las actividades. El sábado anterior, en la misma casa, hicimos una reunión con los hombres el pueblo, que son los padres de los niños, y les contamos algo de lo que dice el Libro de los cristianos, pero como prestaron mucha atención, no fue necesario usar el palito. ¡Gracias por sus oraciones!

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